La huella y recuerdo de Andrés Manjón en Valderrubio

Bien está, con ocasión del centenario, recordar la presencia y labor ejercida por la escuela del Ave María y el reconocimiento por el Ayuntamiento dedicándole una calle o plaza

José Antonio García López

Miércoles, 28 de junio 2023, 23:40

Este año, el 10 de julio, se cumple un siglo de la muerte de don Andrés Manjón (1846-1923). Llegó a Granada en 1880, cuando ... obtuvo la cátedra de Derecho Canónico de la Universidad. Seis años después se ordenó sacerdote y fue nombrado canónigo del Sacro Monte. Allí conoció el estado de pobreza en que vivían los habitantes del barrio granadino. En 1889 inició una experiencia educativa original, aún vigente, impulsado por el amor a los más necesitados, a los marginados, a los desfavorecidos: las Escuelas del Ave María. Eran unas escuelas al aire libre, activas, lúdicas, cristianas, que pretendían la regeneración de los más pobres, comprometidas con la máxima de que «educar es instruir y mucho más, es enseñar a pensar, querer, sentir y vivir».

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Después de crear tres escuelas en Granada capital, decidió salir a la provincia. El 1 de diciembre de 1901 inauguró, con sólo veinte niñas, una escuela en Asquerosa, hoy Valderrubio, «pueblo indiferente y descreído, de malas costumbres y malas ideas, muy leído en periódicos malos y trabajado durante cuarenta años por los protestantes», según escribió don Andrés en su diario. La empresa no iba a resultar fácil.

La iniciativa partió del cura de Valderrubio, Francisco García Suárez, que el 8 de febrero de 1900 dirigió un escrito al arzobispo de Granada, José Moreno Mazón, solicitando que cediera y autorizara la construcción de un edificio en el solar, junto a la Iglesia, que fue cementerio hasta 1885, destinado a escuela de niñas dirigida por el señor Manjón. Cuatro días después contestó el arzobispo autorizando lo solicitado. Los gastos de construcción de la escuela ascendieron a 2.969,75 pesetas, sufragadas por el conde de Ágrela, un señor de Barcelona, Joaquín Almeda, que aportó cada uno 1.000 pesetas, y el resto, las ayudas de diecisiete vecinos del pueblo. De fausto y trascendental acontecimiento, que ha de ejercer gran influencia en el porvenir de esta localidad, fue calificado el acto de inauguración de la escuela por el corresponsal de 'El Triunfo'.

Según el reglamento de la escuela, se instituía ésta bajo la protección de la Virgen del Rosario y sus fines eran la instrucción eminentemente cristiana, gratuita, higiénica e intuitiva para niñas de edad de seis a doce años. El día de la inauguración, don Andrés y tres curas fueron recibidos por unos niños al grito de ¡Viva la República!, y la primera noche que allí durmió la maestra, la asustaron disparando petardos en su puerta. Esta maestra fue Josefa Mínguez Navarro, de veintiún años de edad. Cobraba 59,80 pesetas al mes, abonadas por el Ayuntamiento de Pinos Puente que reconocía el interés y acierto que desplegaba en la enseñanza y educación de las niñas. El número de niñas que acudían a la escuela crecía a ritmo vertiginoso. En 1902 la escuela tenía ochenta alumnas. Si el pueblo pasaba ligeramente de los quinientos habitantes, se puede deducir que prácticamente todas las niñas del pueblo pasaron por la escuela.

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El edificio disponía de una clase de 34 metros cuadrados y 3,58 metros de altura, con dos ventanas de 1,8 por 0,96 metros a ambos lados de una puerta de 2,60 por 1 metro que daban directamente a la plaza de la Iglesia, y otra ventana lateral que daba a un callejón; dos habitaciones interiores para la vivienda de la maestra y dos patios para juego de las niñas. El horario era de mañana y tarde, de lunes a sábado, y los domingos se reservaban para la Misa, premios, paseo y merienda. Se impartían numerosas disciplinas y entre los libros disponibles no faltaba el Catecismo del padre Ripalda. Había en clase un Mapamundi, otro de Europa y otro de España; un encerado, un cuadro contador y dos cuadros de Geografía Física. El primer material escolar lo aportó don Andrés y para el mantenimiento se recibían donaciones en metálico y en especie de bienhechores.

Periódicamente acudía don Andrés a examinar a las niñas con presencia de testigos, como el alcalde pedáneo y depositario Enrique Mazuecos Vílchez. De 1910 a 1912, le acompañó Manuel Medina Olmos, obispo de Guadix-Baza en 1928. Del 14 al 22 de abril de 1903 permaneció don Andrés en Valderrubio, de misión. Cada día acudían más adultos a la iglesia que oían con atención, pero decían «que allí no se usa el confesar». Tenía el pueblo ciento setenta casas y consiguió que confesara igual número de personas.

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Pronto empezaron a surgir problemas. En 1903, algunas diferencias entre el cura y la maestra, alentadas por algunos vecinos que querían echar al cura, llegaron a oídos de don Andrés. Al frente de los vecinos se encontraba uno de los riquillos del pueblo, como los llamaba don Andrés, que lanzó calumnias e injurias contra el cura en 'La Publicidad', a las que no les faltó la oportuna rectificación de la maestra en el mismo periódico. El problema se solucionó trasladando al cura a Jesús del Valle (Granada), sustituido por José López Molina, y relevando a la maestra por María Jesús Rodríguez Franco.

Federico García Lorca asistió a la escuela de niños de Valderrubio, de 1906 a 1908, con el maestro Ricardo Rodríguez Jiménez. En el libro 'Mi pueblo'escribió: «Al lado estaba la escuela de niñas y muchas veces cuando en la clase reinaba el silencio por estar todos escribiendo se oía cantar a las niñas con voces muy suaves y finas y entonces toda la habitación se llenaba de cuchicheos y de risitas mal reprimidas… y todos hacían comentarios hasta que el profesor dando en la palmeta muy fuerte sobre la mesa imponía el silencio y entre el ras de las plumas sobre el papel y el suspirar fatigoso del maestro se oía a las niñas cantar con voces de vírgenes: Habiendo abrazado Santa Elena la religión cristiana…».

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María Jesús Rodríguez tampoco se privó de las iras de algunos vecinos que ni llevaban a sus hijas a la escuela. Primero la acusaron de no enseñar a satisfacción, luego de no ser competente y finalmente de que «hablaba» con Ricardo Rodríguez, el maestro de la escuela de niños. Un disparate para don Andrés, pues el maestro «tiene setenta años, está casado y tiene nietos; es un hombre bueno». De 1908 a 1924, año en que cerró la escuela, la maestra fue Carmen Rodríguez Sánchez cuya integración en la sociedad local fue mejor que la de sus predecesoras y hasta asistió a la fiesta organizada en 1913 con motivo de la inauguración del círculo de recreo Casino Principal, presidido por Eloy Navarro Conde.

Bien está, con ocasión del centenario, recordar la presencia y labor ejercida por la escuela del Ave María en Valderrubio, y el reconocimiento por el Ayuntamiento dedicando a don Andrés una calle o plaza, como en tantos municipios españoles; o mejor una placa en el edificio, propiedad de la Iglesia, que ocupó la escuela.

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