Cosa rara, pero durante el trayecto no hubo incidencias. Ninguna avería, ni parón en medio de la nada. El convoy avanzaba con su traqueteo habitual, ... a paso pánfilo, pero sin detenerse. Tuve la impresión de que cuanto sucedía fuera del tren se me escapaba por el rabillo del ojo en sentido contrario al de la marcha, como si los objetos estáticos del exterior se pusieran en fuga buscando escondite en alguna retaguardia. Ese efecto visual se avivó por los llanos de La Mancha. Diría que durante este viaje a Madrid tuve la sensación de que más allá de la ventanilla los árboles sacaban sus raíces del paisaje y huían a un lugar ignoto del horizonte.
Publicidad
En Aranjuez noté que los pasajeros se inquietaban y cundió el pánico. Lógico, pues llegábamos a la estación de destino, Atocha, según lo previsto y sin retraso. La gente se removía incrédula en sus asientos. Algunos viajeros se pusieron de pie en el pasillo. Parecían ser presa del mal de San Vito, gesticulaban, hacían aspavientos y se encogían de hombros repitiendo el tic mirando a sus semejantes -a aquellos que permanecían sentados-, como queriendo encontrar una explicación al extraño acontecimiento de eficiencia ferroviaria en la España actual.
En esa tesitura recordé lo ocurrido horas antes en la estación de origen, Jaén, cuando un conocido que hacía cola delante de mí en la taquilla, abandonó la fila de improviso, justo cuando le tocaba el turno. Al darse la vuelta, el tipo me saludó con precipitación mientras tomaba las de Villadiego mascullando escarmientos de otro viaje en la misma línea férrea. Me dijo que se lo había pensado mejor y se piraba camino de la estación de autobuses. Yo –dije al paisano- para estos viajes en tren suelo llevar bocata XL, cantimplora y cuaderno de bitácora, por lo que pudiera pasar, pues no descarto que me salga un novelón como 'Guerra y paz' en uno de estos trayectos.
Ahora que lo pienso, aquellos espasmos que cundieron entre los viajeros cerca de la llegada, ya se apuntaron a primera hora al salir de Jaén. Entonces percibí mohines y contorsiones en una pareja de jóvenes que no salía de su asombro al ver que el tren partía a su hora y sin percances. Escuché que él comentó a ella que esa puntualidad se debía a una rarísima anomalía detectada en el núcleo de la Tierra, todo un prodigio que dejó atónitos a los expertos. Lo cierto es que yo también había oído algo sobre ese fenómeno telúrico –quizá– de alcance cósmico llamado 'tirón gravitatorio', que genera extrañas señales procedentes del corazón del planeta y produce curiosos efectos en el manto terrestre, en especial, en la circulación ferroviaria hispana.
Publicidad
Entrado ya a Atocha caí en la cuenta de que estaba clarísimo que lo ocurrido a miles de kilómetros de profundidad, en el núcleo magmático del orbe, daba la razón al ministro del ramo ferroviario –ese ser de luz- cuando afirma que el tren en España vive su mejor momento. Y en Jaén, ni te cuento.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión