Revuelo en el convento. Y no lo digo por el idilio entre el ministro Puente y Milei, el presidente argentino; tal para cual, dos dechados ... de virtudes políticas, de prudencia y diplomacia, dos eslabones perdidos de esa polarización que siempre es ajena, claro. Hablo hoy de otro alboroto, de uno de esos líos que tanto gustan por aquí: Del bochinche de Belorado. De esa zapatiesta clerical que suena a Palmar de Troya, a Papa Luna y a tonsurados Borgia.
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Sí, en todos sitios cuecen habas, pero aquí a calderadas. La España carpetovetónica existe, basta con repasar la prensa diaria. Y por si no estábamos bien entretenidos con el circo político actual, va un tipo de Linares –que ya hay que tener puntería- y monta sainete de herejes y 'herejas' en pleno siglo XXI.
La cosa tiene morbo y por eso está en todos los tabloides mediáticos. Los asuntos de sotanas y clausuras gustan más que rascarse un grano. Y si encima se aliñan con secuestros, fugas y cancelas, ni te cuento. El auto sacramental queda listo si como aderezo aparece en escena un insólito personaje secundario, un 'cura barman' (originario también de por aquí, ¡con un par, leñe!), un clérigo cuyo santo sacrificio coctelero trasciende el reparto de hostias: el paisano atesora en su currículo haber sido presidente de la Asociación de Barman de Vizcaya, llegando a ser campeonísimo de la inigualable Ruta del Vermú bilbaíno.
Las sectas cismáticas, las asonadas y la rebeldía monjil, siempre tienen tirón y también número de cuenta. Para eso la única religión verdadera es la nuestra, nuestro equipo el mejor del mundo y nuestro partido político la pera limonera. Ah, eso sí, y al amado líder ni me lo toques, que 'yo por él mato'.
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A lo que iba. Resulta que una yunta de excomulgados que viven –del cuento- como Dios es Cristo (y eso también nos pone), arenga con su credo trasnochado a unas monjitas tan devotas como nostálgicas que tuitean desde un pasado sin retorno.
La guinda del pastel o de la yema (que para eso vamos en clave conventual), la pone un temilla menor: la pasta. Sí, como telón de fondo –casualmente- hay una movida económica y, claro, una operación inmobiliaria (qué raro en España).
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La opereta está servida. Ahora solo falta que un tipo disfrazado de cardenal estilo años 50, pase por allí y tras autoproclamarse purpurado, duque imperial y cinco veces grande de España, diga lo que conviene hacer.
Y todo esto en Belorado, que no es capital exsoviética ni yugoeslava. Todo en Belorado, localidad hispana al este de la provincia de Burgos, en la falda serrana de la Demanda, al pie de los montes de Ayago y cerca de La Rioja, en un sitio de crudos inviernos, a casi 800 metros de altitud, en una población de 1800 almas contando a los perros y los gatos, y que ahora cuenta entre sus ilustres habitantes con un puñado de iluminados. Sí, en un mundo de frikis, lo estrafalario vende, y mucho; más que chocolatillo de novicia.
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