Ayer fui a visitar a tía Gertrudis. Le llevé una tarrina de helado que antes de llegar a su casa ya me chorreaba por el ... codo. Ella abrió la puerta abanico en mano y -algo sofocada- me contó que la noche anterior había tenido un sueño raro. Una pesadilla que ahora comparto: Todo discurría en una extensa zona pantanosa apenas iluminada de azul violáceo. Era un lugar anegado de aguas fecales, una ciénaga donde prosperaban los patógenos. En aquel lóbrego humedal el oxígeno escaseaba y una capa de niebla lo cubría todo, convirtiendo aquel tremedal en una charca infecta, en un osario de ramas medio sumergidas. La ciénaga exhalaba un olor espeso a sepultura abierta. Era tal el hedor reinante que la intensidad de sus efluvios estabulaba en cada escondrijo incalculables bacilos. En aquel atascadero todo parecía inerte, estancado y pútrido, como a punto de agusanarse. Una tensa calma marcaba allí la pauta, y solo quebraba su silencio lúgubre alguna pompa que rompía en la superficie del cenagal, que ahuecaba el lodo con ese movimiento lento de los miasmas que pugnan por mutar en pústulas.
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Me contó tía Gertrudis que, en medio de aquella visión y sobre en una isla ínfima, había numerosas personas apiñadas que alzaban los brazos implorando ayuda, como los náufragos pintados por Géricault en 'La balsa de Medusa'. Y así se desvaneció el sueño –concluyó la tita-, con la visión de aquel macilento grupo humano que mostraba en sus cuerpos la huella del hambre, la locura y el canibalismo.
Al ver que tía Gertrudis permanecía absorta en aquella aterradora panorámica, atrapada en aquel presagio, o quizá buscando paralelismos con la actualidad española, di con los nudillos en la mesa llamando su atención, y para quitar yerro al tema introduje un contrapunto a su estado de ánimo. Eché mano de una película chusca, Torrente 5, que –bien vista- ya no es un desvarío, sino fiel reflejo del presente. Sí, hemos convertido España –dije a la tita- en un plató cinematográfico delirante, en un rodaje 'torrentero'. Mucho tendrá que fantasear Santiago Segura si quiere superar nuestra realidad política, ya que la coyuntura actual nos sitúa en la más cutre, amarga y cruel entrega de la saga. Solo la más disparatada ficción marciana podría estar a la altura del 'circo máximo' que generan los dirigentes que padecemos y, también, quienes los toleran o tapan. Este ecosistema de corrupción es propio del reparto de una peli de serie B, con palanganeros como Óscar Puente en el papel de Kong vs. Godzilla encarnado por Koldo, y Sánchez en el papel del Dr. No.
La pocilga que invade la vida de los partidos y que coloniza las instituciones es la causa de la distancia que media entre la ciudadanía y los políticos. Por eso, con los 'méritos' acumulados por los gerifaltes, con tanta inmundicia, no es extraño que el asco cunda entre el personal y que la sociedad entera se pregunte sobre la salud de nuestra democracia.
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