Nunca se lo perdonó. Todo lo contrario. Picasso, al verse despechado, se la juró e intentó hacerle la vida imposible a aquella mujer cuarenta años ... más joven que lo dejó tras una década juntos y dos hijos en común. Era Françoise Gilot, la mujer que osó abandonarlo. De las siete que compartieron vida con el genio, ella fue la única capaz de plantarlo.
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Sí, Picasso, tan genial como villano si atendemos a cómo acabó con su primera compañera oficial, Fernande Olivier, una de las personas que más ayudaron a aquel recién llegado a París; a juzgar por el trágico final de Eve Gouel, su segunda pareja, a la que conoció el año en que Pablo y su colega Apollinare estuvieron involucrados en la sisa de La Gioconda y de algunas estatuillas ibéricas del Louvre; a la luz de su tempestuoso matrimonio con Olga Khokhlova; visto el agrio desenlace con Marie-Thérèse Walter, la jovencísima y voluptuosa amante de 17 añitos de quien Picasso quedó prendado en 1927; a juzgar por el vínculo enloquecido con Dora Maar, que por él cambió hasta de nombre; al ver su relación con Jacqueline Roque, última compañera del malagueño, una pipiola veinteañera que se topó con un Picasso setentón, al que acompañó hasta su muerte en 1973, tras lo cual Jacqueline entró en depresión hasta volarse la cabeza algo después. Antes que ella, la sexta en el orden expuesto, fue la Gilot de la que hoy hablo, a quien –pasado un año de su muerte- el parisino Museo Picasso hace –por fin- justicia poética.
Al principio y pese a la diferencia de edad, él tenía 61 y ella 21, la relación entre ambos rodó como suele, catapultada por la chifladura del embeleso amoroso. Pero tras diez años juntos y dos hijos en común, la harina se tornó en mohína, y la pareja se deshizo. Todo apuntaba a que en aquel desguace la Gilot llevaría la peor parte, pues Alberti, Cela y otros muchos intelectuales pusieron cerco a la mujer que plantó a Picasso.
Un velo de ostracismo cayó entonces sobre aquella artista de valía que en su día contó con mentores como Braque y Matisse. Durante setenta años la Gilot ha sido orillada en Europa, pese a que logró reconocimiento en Norteamérica.
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Ella ha pagado con creces el atrevimiento de decir 'no' al genio, de quien un día fue modelo y musa –aunque ella detestaba ese calificativo-. La Gilot, fallecida ya centenaria en Manhattan, demostró ser una persona formidable, segura de sí misma, inasequible a la trituradora picassiana, capaz de mantener el juicio frente al gran demiurgo del arte contemporáneo que nunca supo vivir solo.
La Gilot, mujer valerosa que nunca se arredró, se sobrepuso a Picasso, lo amó, y tras una relación explosiva, cargada de momentos rutilantes y borrascosos, lo abandonó aún siendo consciente de que aquello pudo costarle caro. Quizá por eso hoy, aunque algo tarde, dedican una sala en el museo parisino del malagueño a la obra de Françoise Gilot, la única mujer que abandonó a Picasso.
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