Los agricultores están hasta el moño. Y con razón la iniciativa 'si yo no produzco, tú no comes', lanzada por agricultores, ganaderos y cuantos se ... desloman en el sector primario, es un imperativo categórico. Un lema que debe enseñarse desde párvulos para tenerlo siempre muy en cuenta, y no solo ahora que pintan bastos por las movilizaciones agrícolas y la sequía.
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Los que quieren matar el campo intentan asfixiar el asunto. Sin embargo, este lema encontró eco en el sector con apoyo de COAG, UPA, y de las cooperativas agro-alimentarias. Aunque, claro, para los urbanitas de purpurina, el lema debe ser un despropósito, pues lo más parecido a una gallina que han visto en su vida, es aquella Caponata de Barrio Sésamo. Les suena raro a los que confunden una patata con un sapo, y no distinguen la gota de sudor sobre un apero de labranza del rocío en una amanecida. Para esos que tienen una visión bucólica del agro, vienen días aleccionadores, y hasta es posible que descubran la diferencia entre una azada y su pala de pádel.
A los que somos de pueblo y, en su día, nos pagamos estudios o caprichos doblando el espinazo sobre la madre tierra, este asunto nos parece kafkiano; más propio –diría- de una pesadilla distópica que de la realidad cotidiana. Y la cosa no para ahí. El tema adquiere tintes surrealistas cuando estos días, mientras la movilización agropecuaria de toda Europa llega a España, aquí asistimos ojipláticos a que la preocupación de quien gobierna es otra. La sequía y el descalabro del sector primario no va con 'el prenda'. A Sánchez lo que le inquieta es la amnistía; que ese bodrio inconstitucional salga adelante y se ajuste como guante a los deseos de Puigdemont y de cuantos se van a beneficiar de la impunidad. La facción más papanatas del separatismo saca pecho y obtiene todas las ventajas, mientras otros se la juegan frente al clima y la burocracia. Aquí, unos están a verlas venir, mientras otros se desloman en el tajo, y, luego, cuando llegan a casa, los fríen con papeleos.
En fin. Con sobrados motivos reivindican los agricultores, ganaderos y pescadores. No son tipos asilvestrados, como algunos quieren hacernos creer. No es el suyo un activismo simplón. Son ellos los que garantizan nuestra nutrición. Contra viento, marea y sequías, ellos se encargan que haya algo que echarse a la boca, en ocasiones cosas exquisitas que no surgen de la nada, ni aparecen en la nevera en un abracadabra.
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La mecanización mejoró la cosa para los productores de alimentos, pero no es la piedra filosofal de un sector despreciado en una cadena de valor de la que son la clave. Es hora de que los conciliábulos especulativos reconozcan que sin ellos no hay negocio, y que la opinión pública general respalde y se quite el sombrero ante cuantos trabajan a la intemperie y al albur del tiempo.
Producir la manduca sigue siendo un imperativo categórico, se pongan como se pongan los que solo producen propaganda.
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