Parque de las Ciencias, patrimonio andaluz

Jesús Quero

Martes, 19 de marzo 2024, 23:15

El 8 de mayo de 1995 fue para mí uno de los más gratificantes de los cuatro años que tuve el honor de ser alcalde ... del Ayuntamiento de Granada. Aquel día, se inauguraba la primera fase del Parque de las Ciencias. Un logro que culminaba arduos esfuerzos de diseño, ejecución y equipamiento de una infraestructura anhelada por el equipo de gobierno socialista.

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A finales de la década de los 70, la Universidad de Granada, bajo el liderazgo del rector Gallego Morell, había intentado materializar un proyecto de Museo de la Ciencia, que no llegó a fructificar. Posteriormente, en los albores de los 90, en el último mandato de Antonio Jara, se creó una oficina para desarrollar la idea y contenidos del Parque de las Ciencias. Ahí ya estaba su futuro director, Ernesto Páramo.

Al asumir la alcaldía a mediados del 91, me ocupé inmediatamente del proyecto. Una de las ideas transversales de mi programa electoral era la «Granada de los niños», la Granada de los proyectos destinados a «los que todavía no votan». Ahí, el Parque de las Ciencias tenía, sin duda, un lugar preponderante. La idea era tan simple como interesante: crear un museo interactivo donde la única regla fuera «prohibido no tocar». Un espacio que combinara diversión y aprendizaje con el objetivo de divulgar la ciencia y la tecnología, convirtiéndose en un nuevo atractivo destino turístico para la ciudad.

Para financiarlo, tuvimos una idea. Se planificaba la construcción de la nueva Ronda Sur de la ciudad, que conectaría con la Carretera de la Sierra, mediante un puente que bordeaba la zona de El Serrallo, con un coste de 800 millones de pesetas (casi 5 millones de euros). Reciente aún la absurda polémica sobre la Circunvalación, el proyecto de la Ronda Sur no había sufrido ningún tipo de contestación (algo extraño en esta ciudad). Pero nos preocupaba el posible impacto visual del puente, en una zona tan sensible, muy cerca del perímetro del conjunto monumental de la Alhambra y el Generalife. Tras extensas conversaciones con la consejera de Presidencia de la Junta, Concha Gutiérrez, logramos que la administración andaluza renunciara al puente, optara por los actuales túneles de El Serrallo y transfiera al Ayuntamiento 775 millones de pesetas para poder acometer la primera fase de las obras del Parque.

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Esa primera fase, con más de 4.000 metros cuadrados, seis salas de exposición, un planetario y un observatorio astronómico, abría sus puertas ese día tras casi tres años de obras. Estas habían contado en todo el proceso de tramitación del expediente con el sistemático voto negativo del grupo municipal del PP que, al estar en contra (?) del proyecto, se oponía sistemáticamente a todas las adjudicaciones necesarias para el mismo, a pesar de que el proyecto ya estaba en construcción. Una ironía difícil de entender.

A partir de ahí, comienza una historia que 29 años después se puede calificar de éxito absoluto. Éxito en su crecimiento tras tres ampliaciones impulsadas por los sucesivos titulares de la Consejería de Educación (Manuel Pezzi, Cándida Martínez, Teresa Jiménez y Francisco Álvarez de la Chica) hasta alcanzar los actuales 70.000 metros cuadrados de superficie. Éxito en su labor recreativa (museo más visitado de Andalucía con casi 900.000 visitantes en 2023). Éxito en su labor divulgativa de la ciencia y la tecnología. Y éxito en su funcionamiento como segundo atractivo turístico de Granada

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Es una historia para enorgullecerse de ella que pueda ser asumida y reivindicada por los gobiernos de cualquier signo político. Sin embargo, hoy se ve amenazada por la incertidumbre, ya que la Junta de Andalucía pretende crear el Instituto Andaluz de Divulgación Educativa de la Ciencia (PRINCIPIA) en Málaga con unos objetivos prácticamente idénticos a los que caracterizan desde hace tres décadas al Parque de las Ciencias. La Asociación de Amigos del Parque ha dado la voz de alarma. ¿Para qué esa duplicación de servicios? Y, claro, la alarma cunde en Granada con esta iniciativa que se suma al proceso creciente de (re) centralización de servicios y organismos en Sevilla y Málaga por parte del gobierno de Moreno Bonilla. Además, tenemos el precedente de la integración de la Escuela Andaluza de Salud Pública en el Instituto de Salud de Andalucía.

Andalucía es muy grande, casi como Portugal. Tiene 8,62 millones de habitantes, más que ninguna otra comunidad autónoma española, y cuenta con una red importante de ciudades medias (12 de ellas entre 100.000 y 700.000 habitantes). Ello obliga a realizar una distribución cuidadosa y equilibrada de los recursos públicos en el territorio y a evitar duplicidades costosas y estériles. Si algo funciona bien y constituye un auténtico éxito, la más elemental prudencia invita a no tocarlo. De lo contrario, solo se crearán problemas donde antes no los había.

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Vuelvo al 8 de mayo de 1995 para recordar las palabras del periodista Manuel Toharia durante la inauguración del Parque: «Quien no cree en la cultura, no cree en la libertad y esto no es una cuestión de izquierdas o derechas».

El Parque de las Ciencias fue un proyecto concebido y materializado por el ayuntamiento socialista de Granada y por la Junta de Andalucía, del mismo signo. Hoy corresponde al Ayuntamiento de Granada y a la Junta de Andalucía, ambas gobernadas por el PP, cuidarlo, mantenerlo, mimarlo y, si es posible, mejorarlo. La divulgación de la ciencia esta comunidad saldrá ganando. Y, lo más importante, todos estaremos orgullosos de una obra que ha trascendido a quienes la proyectaron, la inauguraron, la ampliaron y seguirá trascendiendo a quienes la conserven. Porque es un verdadero PATRIMONIO DE GRANADA y, por tanto, de ANDALUCÍA.

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