Toxicidad política y electoral

Jesús Lens

Granada

Domingo, 4 de junio 2023, 22:45

Antes, me sorprendía la gente que abjuraba de la política y pasaba olímpicamente de las trifulcas de unos y otros. Ahora, cada vez la entiendo ... más y simpatizo con ella.

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En mi vida personal y cibernética he ido silenciando y arrinconando a lo que, en el argot popular, se conoce como 'gente tóxica'. Personas avinagradas que destilan odio y veneno. Gente amargada que transmite pesadumbre sin fin. Hooligans de la política cainita que analizan la realidad en blanco y negro, conmigo o contra mí. La pregunta: ¿por qué tenemos que aguantar en la vida pública lo que no soportamos en la privada?

Ahora todo es plebiscito y pimpampum. Lo hemos visto en las municipales. Aunque tampoco nos debería pillar tan de sorpresa. Allá por diciembre del año pasado, tras la publicación de una encuesta del Centro de Estudios Andaluces, el llamado CIS andaluz, que vaticinaba un ahondamiento del descalabro del PSOE por estos lares, escribía lo siguiente en estas páginas: «Resulta increíble… en el sentido metafórico del término. Porque creérmela, yo me la creo a pies juntillas».

Y seguía así: «¡Qué papelón, el de Paco Cuenca! Su partido le ha echado una triple lazada al cuello. Por una parte, la toxicidad que emana del gobierno de Pedro Sánchez y sus amistades peligrosas. Por otra, las posturas de Inmaculada López Calahorro y Pedro Fernández, representantes del ejecutivo central en Granada y Andalucía, respectivamente, en la cuestión de la inteligencia artificial. Y en tercer lugar, la volatilización del PSOE andaluz, que ni está ni se le espera en la próxima contienda electoral».

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¿Toxicidad he dicho? Efectivamente, en las municipales se ha votado en clave nacional. Y ahora que llegan las generales… ¡la que nos espera! El cielo o el infierno. Hielo o fuego. Franco o ETA. Susto o muerte.

Mientras que en nuestra vida privada apelamos al diálogo y a la convivencia, a la concordia y a la tolerancia; los mensajes que nos llegan de la esfera pública son cada vez más extremos, lacerantes y preocupantes. Ya no hay adversarios, contrincantes o rivales. Se han convertido en enemigos irreconciliables. Al menos, de boquilla. ¡Qué ganas de silenciar ese discurso polarizado y tremendista!

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Y qué ganas, también, de ver la entrega del bastón de mando a la nueva alcaldesa de Granada. No me sé el protocolo, pero espero que sea una ceremonia amable en la que el alcalde saliente le desee lo mejor a la entrante.

A partir de ahí, a liderar una oposición leal y constructiva. Si tal es posible.

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