Discúlpenme, fumadores de mi alma y de mi corazón, pero qué ganas tengo de que se les prohíba, también, fumar y vapear en las terrazas ... de bares y cafeterías. Sí, sí. Pueden llamarme talibán de los humos, si quieren. Lo asumo y lo acepto. Es un hecho. Lo siento, pero no soporto ir a llevarme un buchito de café a los labios y encontrarme con una vaharada de humo apestoso en la cara.
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¿He dicho 'lo siento', como pidiendo perdón por decir que no soporto los malos humos? Lo siento, pero no. No lo siento. Lo que siento es que los fumadores no sean más conscientes de lo mucho que fastidian, incluso al aire libre.
Como soy de ir mucho a tomar café solo —aunque me gusta con leche— lo tengo muy experimentado. Y sufrido. Mesa de tres, cuatro o más personas. Una de ellas saca el cigarrillo, lo enciende y, para molestar lo menos posible a sus contertulios, lo pone a sus espaldas, de modo que, quien se jode, es el pobre inocente de la mesa de al lado. ¡Y dile algo, que no tardarán en salir a relucir los derechos inalienables que amparan al fumador y su libertad personal, faltaría más!
Que sí. Que hay fumadores respetuosos y cuidadosos. Igual que hay ciclistas urbanos que respetan las señales de tráfico. Son como el leopardo de las nieves o el urogallo: animales que sabemos que existen, aunque nunca los hayamos visto.
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Este verano, de viaje en Uzbekistán, estábamos en un garito muy elegante y moderno, aunque cerrado y no del todo climatizado. En la mesa de al lado había otra turista española. Fumadora. No dejó de enlazar un cigarrillo con otro y, al hincarle el diente a mi brocheta de cordero, más que por las brasas del carbón de encina, parecía pasada por las brasas del Camel, el Malboro o la mierda que se fume ahora.
Con el tabaco no hay atajos o términos medios: o se prohíbe o los no fumadores nos jodemos. Y punto. Se me termina el espacio y no he hablado de aquellos a quiénes Rexona sí abandona, de los de las camisetas de tirantes con la floresta sobaquil al aire, del metano con que algunos humanos abochornarían a la más pedorra de las vacas… Pero es que hoy, tocaba hablar de tabaco, malos humos y peores humores.
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