Tecnocracia: atracción y repulsión

«Pues vaya», podrán ustedes pensar. Menuda novedad. Y razón no les faltará, que las distopías sobre la rebelión de las máquinas están al orden del día. Pero no es lo mismo 'Black Mirror' y la narrativa de ciencia ficción especulativa que la filosofía. El paso de las democracias a las tecnocracias, como las define el autor, es muy interesante. ¿Seremos mendigos de las nuevas tecnologías, con nuestros salarios mínimos vitales graciosamente otorgados por el tecnocapitalismo?

«Por primera vez en la historia de la humanidad, las tecnologías nos van sugiriendo, nos aconsejan, nos dan órdenes», señala Sadin. Y es cierto. Por eso, personalmente, me gusta rebelarme contra ellas y, por ejemplo, no hacerle caso al Maps, tomando rutas alternativas, aunque tarde algo más en llegar a mi destino. Paso olímpicamente de las recomendaciones algorítmicas de las plataformas de televisión, escucho CDs completos y, al elegir mis lecturas, me fío antes de mi instinto y hasta de las portadas de los libros que de cualquier invento regulado por los bytes.

Para ver el tiempo me asomo al balcón y, después de comer por ahí fuera, no alimento a la bestia con mis puntuaciones, fotografías, catalogaciones, comentarios o sugerencias. Lo hice dos o tres veces, para probar, y no me sentí cómodo trabajando gratis para Google. Mejor dedicarle ese tiempo y esfuerzo al Gourmet de IDEAL.

Soy un dinosaurio, lo sé. Y lo acepto. Pero no abjuro ni reniego de la tecnología, aunque parezca contradictorio. Todo lo referente a la IA me interesa sobremanera y no dejo de leer. He apuntado otro libro, 'Conciencia o colapso', de Jordi Pigem, que alerta sobre el empacho de datos e información al que estamos expuestos. Que reconectemos con la naturaleza y reflexionemos sobre el poder de nuestra imaginación. Aboga por una nueva Ilustración, por la insurgencia frente a la tiranía algorítmica que amenaza con llevarnos por delante. No puedo estar más acuerdo, sobre todo estos días de sol, caminos, viento, salitre y maresía.