En las apasionadas y furibundas discusiones de nuestro club de lectura negro-criminal, siempre hay un momento en que uno de los contertulios exclama: «¡Eso ... no se lo cree nadie!», al hablar de un imprevisto giro de la trama o de la controvertida decisión de algún personaje.
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En todo taller de escritura (más o menos) creativa que se precie usamos una máxima: la literatura negra no tiene que ser necesariamente realista, pero sí verosímil. Y nos quedamos tan anchos. Lo que pasa es que luego llega la realidad y se torna en absolutamente inverosímil ella solita. La vida misma.
Ojo. Si tiene ahora mismo un churro en sus manos o está a punto de llevarse la taza de café a la boca, aplace la lectura de las siguientes líneas. Si opta por seguir leyendo, lo hace bajo su propia responsabilidad, ¿estamos?
¿Leyó usted lo de Sabiote? Ojocuidao, insisto. Resulta que una familia se va a una fiesta y unos maleantes aprovechan para entrar en la nave donde guardaban a las gallinas, a las que sodomizaron y apiolaron sin piedad. ¿Cómo se come eso? Que la fiesta en cuestión estuviera dedicada al medievo no sé si será casualidad. Eso lo pones en un rural-noir de los que ahora tanto se estilan y la crítica especializada se te echa al cuello.
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¿Y qué me dicen de esa agente de la Guardia Civil de Albacete que guardaba nueve kilos de hachís en el trastero de la propia casa cuartel donde vivía junto a su hija de corta edad? Para corta, su capacidad mental. O lo mismo no. Quizá era una auténtica maestra del crimen y la infiltración a la que sólo unas inoportunas inundaciones le impidieron convertirse en una benemérita émula de Walter White. En cualquier caso, si Lorenzo Silva lo incluye en una de sus novelas de Bevilacqua y Chamorro le cae la del pulpo. ¡Quién se lo iba a creer!
En Granada hemos asistido últimamente a varios acontecimientos que mezclan la crónica negra con la actualidad política. En estos casos, el referente de ficción más cercano es 'Fargo', que primero fue una película genial de los hermanos Coen y, después, una majestuosa serie de televisión en la que lo cutre, lo patético y lo lamentable se dan la mano con lo cerril y lo chabacano, sangriento y cruel.
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No sé en qué quedará lo de Maracena, pero el entramado del episodio del secuestro que ustedes tan bien conocen, con todo lo grave y lo siniestro que resulta, parece sacado de una historieta de Mortadelo y Filemón o Rompetechos. ¿Y lo de Pulianas y las broncas entre políticos que desembocó en la salvaje agresión, previo atropellamiento, de hace unas semanas?
Otro tópico reza que la realidad supera a la ficción. En casos como los descritos, la deja literalmente en pañales: imposible creerse que tanto absurdo y sinsentido esté pasando de verdad ahí enfrente, al volver la esquina al otro lado de la calle.
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