Me comprometo a no volver a hacerlo, pero como estamos empezando temporada, déjenme que les cuente lo que me pasa. Que no es muy distinto ... de lo que le pasa a otra mucha gente: el pesimismo existencial. En esta columna procuro contarles cosas de casa y/o del día a día más vulgar —en el mejor sentido de la expresión— y consuetudinario. Pero estas semanas me cuesta. Les confieso que hasta me siento ridículo. Porque miro lo que pasa por ahí fuera y… ¿a quién le importa la tasa turística, el baloncesto o una revista sobre la Alhambra cuando el mundo está como está? Por lo de Gaza y el genocidio que está perpetrando el Gobierno israelí, claro, pero no sólo. Porque lo de Ucrania sigue ahí. Y la cumbre de la semana pasada entre los presidentes de China, India, Rusia y Corea del Norte; entre otros, no hace presagiar una solución a corto o medio plazo.
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¿Y qué me dicen del presidente de Estados Unidos y su deriva autoritaria? Inconcebiblemente y aunque esté jodiendo, pero bien, nuestra economía con el despropósito de los aranceles, es un referente para la ultraderecha patria. ¡Lo que hay que ver! ¿Y lo de Francia, camino del despeñadero político? Cuando veas las barbas de tu vecino de allende los Pirineos cortar… Y luego están esos otros conflictos de los que no se habla. Leíamos hace unos días que Burkina Faso acaba de aprobar una ley que castiga la homosexualidad con hasta cinco años de prisión. Pero, la verdad sea dicha: ¿a quién le importan Burkina Faso y el resto de países del Sahel sometidos a una guerra larvada contra el integrismo islámico más radical?
Sólo cuando hay algún muerto europeo nos preocupamos. O no, la verdad. Podíamos hablar de la guerra civil de Sudán, con sus decenas de miles de muertos y desplazados y de las hambrunas correspondientes. Pero volvemos a lo mismo. ¿A quién le importa? ¿Y el Congo? O Haití. ¿Se acuerda alguien de Haití desde que se nos fue Forges, que siempre la citaba en sus viñetas? Frente a este panorama, nuestros conflictos locales nos parecen tan banales… Pero no lo son. Y de ellos seguiremos escribiendo. No porque el resto del mundo no nos importe o nos deje indiferentes, ni mucho menos. Tenemos suerte, viviendo aquí y ahora, pero no sé si somos conscientes de ello. ¡Cuidémoslo, por favor!
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