Miley del silencio

Lo sé, lo sé. Milei se escribe con i latina. Pero para ese titular de resonancias cinéfilas me va mejor la griega. La ley del ... silencio. La que impera en el PP andaluz y granadino acerca de la medallita con que Ayuso ha condecorado al inefable presidente de Argentina. Como si no fuera con ellos. Como si no les concerniera. Y conste que les entiendo: Ayuso es una de las protagonistas de esa realidad paralela que nos hastía, Nos asquea y nos expulsa a los ciudadanos (más o menos) normales y corrientes. Les entiendo, pero me parece intolerable que no digan esta boca es mía… en público. Les descalifica. Pasa lo mismo con Óscar «saco-de-mierda» Puente, el primero en encender la mecha cuando acusó a Milei de consumir sustancias estupefacientes. Tampoco veo a los socialistas criticar sus exabruptos y salidas de pata de banco. Y mira que es bocazas el hombre. Para lo que le interesa. Porque para hablar de los trenes granadinos nunca encuentra tiempo. Pero ya se sabe con nuestro ministro tuitero como con la madre y la patria: con razón o sin ella. Me enervan esos silencios cómplices. Son cagones y timoratos y propician que cada vez estemos más hasta los huevarios de ellos. Y ellas. De los políticos. Y las políticas. Y de la política, así como concepto. ¿Debemos entender que el que calla otorga? Podrán aducir en plaza de Carmen que lo que pasa en Madrid se queda en Madrid, pero, insisto, precisamente eso es la derechita cobarde. No se puede ir de moderados y tolerantes y callar cuando una de las tuyas agasaja con un alto honor a un autoproclamado anarcocapitalista cuyas políticas atentan, de plano, con las que dicen defender por estos lares. ¿Y Feijoó? Menudo papelón. No me gusta cuando calla precisamente porque está como ausente. Lo mismo que Sánchez cuando su ministro la lía una semana sí y otra también. Insisto: si quienes dicen ser moderados y tolerantes callan en estas situaciones y hacen como que miran hacia otro lado, ¿qué confianza podemos tener en ellos?