Una mañana de verano

Jesús Lens

Sábado, 5 de octubre 2024, 23:08

Llevo queriéndoles hablar de este libro desde que lo leí, allá por junio, pero como intuía que su autor, José Carlos Llop, podía acompañarnos en ... Biotopías, el festival patrocinado por Fundación Unicaja, he querido esperar.

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'Si una mañana de verano, un viajero', publicado por Alfaguara, tiene tantas capas y lecturas, que su relectura, apenas tres meses después de la primera, me ha impactado aún más. Y estoy seguro de que cuando la vuelva a leer, la conmoción será aún mayor. Efectivamente, Llop volvió a Granada y su conversación en Librería Picasso fue emocionante y emocional; culta, sabia y erudita; chispeante y divertida. Fue una charla sin igual.

José Carlos Llop vivió un tiempo en Granada. Lo recuerda así en su libro más reciente, hablando de añoranzas: «Añoraba la lluvia incesante salida de una escena de Wong Kar-wai; añoraba los arcos y puertas de la Alhambra de cuanto tenía diecisiete años y viví en Granada con mis padres…». Y continúa desgranando momentos fijados en la memoria sensorial que jamás se perderán como lágrimas entre las gotas de la lluvia mientras haya lectores que disfruten de cada página, de cada línea y cada palabra de 'Si una mañana de verano, un viajero'.

Sobre todo porque la magia, la alquimia de este libro, es que, a través de sus recuerdos, memorias y añoranzas, siempre vívidas y luminosas, en absoluto tristes o melancólicas —«este libro es una celebración de la vida», dijo un entusiasmado José Carlos Llop en su memorable charla— cada lector irá reverdeciendo momentos, instantes, imágenes y fogonazos que tiene incrustados en lo más hondo de su cerebro.

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Hagamos la prueba. En un momento dado, el autor recuerda la primera vez que vio a una chica tumbada al sol. Después de describirla y resaltar algunos de sus atributos, escribe: «Recuerdo la hipnosis ante aquella abundancia. Las miradas sellan las alianzas en el tiempo, sea cual sea ese tiempo; se sabe que ya ha nacido y que llegará a perfilarse con intensidad y entonces todo es una danza de gestos, complicidades, roces, palabras en voz más baja, que conduce a la bahía elegida por el destino. No hay nada que hacer y, sobre todo, no se quiere hacer nada que pueda evitar lo evidente».

Si a usted, este párrafo no le evoca algún pasaje de su vida, más o menos próximo, o aunque sea perdido en el tiempo, yo ya no sé…

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