Mal rollo. Es domingo, pero lo que nos contaba ayer Mercedes Navarrete sobre el pequeño comercio en Granada en particular y en Andalucía en general, ... da muy mal rollo.
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Si no lo leyeron, les recomiendo que le echen un vistazo, pero el panorama es desolador. Cada vez hay menos tiendas de las de toda la vida y eso es una tragedia, una pérdida irreparable.
Lo hablaba con mi amigo Miranda, ayer: si solo compramos en centros comerciales, grandes superficies y Amazon, mal vamos. Darse un paseo por el Centro de Granada y ver la cantidad de locales comerciales cerrados, con el cartel de alquiler o venta, a mí me duele. En el alma.
Me da igual que me digan que cambian las costumbres, que soy un dinosaurio apegado al pasado o, peor aún, un romántico incurable: cada pequeño comercio que chapa es una estocada al ADN de nuestra ciudad.
Otra conversación, hace unos días con Cándida Martínez, ex consejera de Educación, la primera decana de Filosofía y Letras y mujer lúcida, preclara y crítica como pocas: en lo que ahora se conoce como las calles de las teterías, oficialmente Calderería Nueva y Vieja, solía haber comercio tradicional imprescindible para los vecinos del Albaicín bajo y medio. Junto a los bares y cafeterías había pescaderías, carnicerías, tiendas de comestibles y, esencial, la zapatería que le ponía las 'tapillas' al calzado para que no resbalara ni fuera haciendo ruido por el adoquinado. Ahora solo hay teterías y tiendas para turistas, lo que supone un enorme menoscabo para el día a día de la vecindad.
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Y ahora, la pregunta: ¿compramos lo suficiente en el pequeño comercio granadino en nuestro día a día? Porque la cosa tampoco tiene mucha ciencia: o nos gastamos la pasta en las tiendas de nuestras ciudades y pueblos o cierran. Y punto.
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