El miércoles estaba haciendo una entrevista en exteriores cuando sentí que llovía. Sobre la mesa cayeron tres o cuatros gotas, literalmente hablando, y me dieron ... las mismas ganas de celebrarlo que los triples del Covirán en el Palacio de los Deportes. Miré hacia el cielo y ahí se terminó la dicha, que el sol vencía e su lucha por abrirse paso entre las nubes. Ni tuvimos que refugiarnos ni corrimos riesgo de empaparnos de vuelta al Zaidín. La expresión 'han caído cuatro gotas' nunca fue tan ajustada.
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Estamos ya a 21 de abril y no hay rastro de las aguas mil. No sé qué predijeron los cabañuelistas en su momento, pero en esto de la meteorología, la cosa se va a limitar a hacer porras con los picos de calor diarios. Y ya. De hecho, la AEMET alerta de un episodio de temperaturas propias de julio para la próxima semana. ¡Qué bien! ¡Ánimo, amigos que estaréis currando dentro de las casetas de la Feria del Libro!
Los sectores más reaccionarios siguen poniendo en duda el cambio climático y hacen mofa y escarnio cada vez que la cuestión salta a la palestra. Al ritmo que llevamos, todos los que peinamos canas tendremos que rendir cuentas a la siguiente generación por el destrozo que estamos haciendo. Pero tienen más delito quienes, encima, se ríen de las señales de alarma y critican cualquier medida encaminada a tratar de revertir la situación.
En estas estaba cuando me salta una alerta de IDEAL en el móvil. «La Junta asumirá la financiación que le tocaba a los regantes de las canalizaciones de Rules». He leído la noticia y les confieso que no sé a qué carta quedarme. Prefiero esperar a la reunión con el Gobierno central para ver en qué desemboca todo esto.
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Lo peor de todo es que ahora que por fin empieza a desbrozarse este espinoso tema, hay voces que alertan de su inutilidad y/o despilfarro, dado que los pantanos tienen muy poca agua. Qué rabia. Qué impotencia. Qué desconsuelo. Qué tristeza.
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