Estoy feliz, viendo 'El problema de los 3 cuerpos', la serie de moda en Netflix. Llevo cinco de ocho episodios y se la recomiendo con ... fervor. Pero no se peguen el atracón/maratón, por mucho que se hayan quedado en casa esta Semana Santa en plan sofá, mantita y serie. La serie se merece un visionado tranquilo y reposado y más adelante, ya si eso, repiten hasta el empacho.
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No les cuento nada de la trama, pero no hagan caso si alguien les dice que es compleja o complicada de seguir. En absoluto. Y tampoco pasa nada si usted no es particularmente aficionado a la ciencia ficción. Una vez al año… A mí me está gustando tanto que en cuanto la termine voy a comprarme lo libros de Liu Cixin (leí unos cuentos suyos y me fascinaron) y/o a ver la serie china, que tiene, en total, treinta episodios.
Pienso que parte de este disfrute es gracias a mi absoluta falta de expectativas o pretensiones. Hace tiempo que he minimizado esa faceta de mi vida: las exigencias a lo que está por venir. O, como dicen los modernos, el hype. Ni sabía que se estrenaba la serie ni que detrás de ella están los creadores de 'Juego de Tronos'.
Lo vi en la página dedicada a la TV de nuestro periódico IDEAL cuando se estrenó y me tiré de cabeza. ¡Y qué gozada, insisto!
Leo que hay gente decepcionada porque 'El problema de los 3 cuerpos' no ha cumplido sus expectativas: llevaba tanto tiempo anhelándola que ha sido un fiasco. ¡Mala suerte! Para otros, el libro estaba mejor. ¡Qué novedad!
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A lo largo de estos años he aprendido a dejarme llevar. Cuando se me cruza algo ilusionante y prometedor, un libro, una película, un platazo, un concierto, un cuadro, un café… lo cojo al vuelo y lo disfruto tratando de sacarle todo el partido. Pero sin pedirles, sin exigirles nada a cambio, ni antes ni después.
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