Hoy voy a hacer dos cosas que habitualmente no sólo no haría, sino que denostaría que hiciera cualquier otra persona. Empezaré por alegrarme del mal ... ajeno. Les confieso que cuando leí que Pedro Sánchez tuvo que dar la vuelta en su viaje a París en el Falcon por una avería técnica que no ha trascendido, sonreí para mis adentros. «¡Ea! Así sabes cómo se sienten miles de usuarios del AVE que no vuela entre Madrid y Granada». Una maldad sin importancia, un rapto de malafollá después de comprobar que el fallo en cuestión no revistió gravedad. Eso sí, sobre la marcha, mi yo negro-criminal empezó a fantasear con que hubiera sido otro sabotaje de los rusos, como el que interfirió en el GPS del avión en el que viajaba Von der Leyen hace unos días. ¿Estará Putin mandando avisos, que nuestro presidente iba camino de la capital francesa para reunirse con Zelenski? Como supongo que no lo sabremos nunca, me quedo con que fue la junta de la trócola mal ajustada y a volar. O no, como fue el caso.
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Vamos con lo de la deuda. ¿Usted lo entiende? Porque yo no. Y lo peor no es el desconocimiento, es la pereza de tratar de comprender de qué va esa vaina. Que no voy a alardear de ignorancia, pero me planteé preguntar a alguna autoridad en la materia y, sólo de pensarlo, me entró cefalea, otitis y dolor de muelas. ¡Tres en uno!
¿Ustedes entienden cómo se puede tener una deuda de miles y miles de millones de euros y que, de repente, se anuncie una condonación o quita de un porcentaje importante de la misma? Si ya me fastidia condonar 12 euros en los tiempos del Bizum, ¿cómo voy a encajar lo de los 18.791 millones de deuda andaluza? ¿Qué tipo de deuda es esa?
Venga va. Hago propósito de enmienda. La semana que viene le pediré por favor a nuestro querido José María Pérez Zúñiga que nos tomemos una caña y que trate de explicármelo. Pero ya verán ustedes como a los diez minutos estamos hablando de novela negra, viajes y otras zarandajas. Que me conozco. Hasta entonces, me declaro un equidistante de la deuda, incapaz de saber si la tan traída y llevada condonación es algo bueno, malo, regular o todo lo contrario para los españoles.
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