Cumplir con el mínimo

Jesús Lens

Granada

Miércoles, 24 de septiembre 2025, 23:12

Y ahora, las pulseras. A las pulseras antimaltrato, me refiero. Doy por sentado que está usted al cabo de la calle, que estos días estamos ... recibiendo cumplida información de lo que, en la práctica, este nuevo fiasco ha supuesto para tantas mujeres en particular situación de vulnerabilidad. En pocas palabras: el cambio en el prestador del servicio ha supuesto disfunciones sobre las que se ha tratado de correr un tupido velo, por decirlo suavemente. Y mientras el Gobierno ha tratado de quitarle hierro al asunto a través de un inasumible «tampoco ha sido para tanto», la oposición se muestra lógicamente indignada. La ministra de Igualdad, Ana Redondo, ha anunciado que la próxima licitación del contrato incluirá mejoras. ¡Qué menos! A buenas horas…

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Discúlpenme si estos días, más que medio vacío, veo el vaso con apenas un culillo de agua en el fondo. Cuando no son los trenes son los pilares de Rules. Y mejor no seguir con la retahíla. La sensación de chapuza, casi de desastre, de que esto se está yendo a la mierda, resulta inevitable. Aunque duela. Porque duele. He tratado de entender el porqué del cambio de prestador de servicios con el tema de las pulseras, por si ha sido una mera cuestión de ahorro de costes, esa excusa tras la que se ocultan tantos y tantos desastres y desafueros. No me ha quedado claro, lo confieso. El caso es que desde el principio hubo quejas y protestas; informes y reclamaciones por su mal funcionamiento.

Y así llegamos a la madre del cordero. Que no puede penalizarse a la empresa porque cumple con el mínimo, sostenía la administración cuando se la requería pasar a mayores. Cumplir con el mínimo. De eso se trata, ¿verdad? De trincar la pasta y gastar lo mínimo imprescindible para que los beneficios sean los mayores posibles. Teniendo en cuenta que Vodafone España, la nueva adjudicataria, logró 3.629 millones de ingresos en su último año fiscal y un beneficio operativo de 1.249 millones, ya van bien servidos. Las grandes corporaciones están cada vez más alejadas de las necesidades de su clientela y de la gente de a pie. Viven en una realidad paralela con infinidad de ceros y cifras mil millonarias, siempre blindadas. Cuando se habla de la desafección política y del auge de los populismos hay que meter en la coctelera este hartazgo creciente, esta sensación de indefensión continua.

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