Biden y el edadismo

Jesús Lens

Jueves, 4 de julio 2024, 23:24

Por razones en las que no quiero entrar, llegar a viejo me parece un logro maravilloso y, por momentos, una hazaña épica. Odio —y pocas ... veces me habrán leído esa expresión— odio, insisto; a quienes desprecian a la gente mayor por el simple hecho de serlo. Estas semanas, por ejemplo, he bloqueado en redes a todo el que hacía comentarios negativos sobre Clint Eastwood y Gene Hackman, 'pillados' por la calle al natural. O sea, viejos. Y achacosos. ¿Qué quieren, si ambos gastan 94 años? Gentuza que se permitía comentarios condescendientes del tipo: «¡Qué pena, con lo que han sido!». ¿Pena? Pena no tenerte delante para reventarte esa bocaza que tienes… Perdón, perdón, que me estoy exaltando.

Publicidad

En un segundo escalón, el del detestamiento y la animadversión, situaría a quienes critican la obra más reciente de una persona mayor que no les ha gustado con el argumento de «hay que saber retirarse a tiempo». Al propio Eastwood se lo han llegado a decir gañanes incapaces de hacer la O con un canuto por algunas de sus últimas películas.

¡No vean cómo disfruto cuando ganan los equipos de entrenadores veteranos como el Madrid de Ancelotti o los San Antonio Spurs de Greg Popovich! En una sociedad que desprecia a sus mayores, que los minusvalora y los arrincona, que los aparca sin consideración ni conmiseración, el triunfo de los ancianos de la tribu me enardece sobremanera. Por eso me gustó 'La Casa', tanto el cómic como la película que proyecta el Madrigal, dicho sea de paso.

Y también por todo ello me duele lo que está pasando con Biden. Qué sufrimiento, cada vez que le veo desnortado y sin rumbo, titubeante y más perdido que un turista por el Zaidín. ¿Por qué han permitido su familia y los Demócratas llegar a este punto de no retorno?

Publicidad

Igual que odio a quienes desprecian a las personas mayores, no soporto a quienes se consideran imprescindibles y, a pesar de dar ostensibles muestras de estar superados por las circunstancias, se empeñan, erre que erre, en seguir mandando, controlando e imponiendo su santa voluntad a los demás. ¿Encuentran ustedes esta columna un tanto contradictoria? Yo también. Como la vida misma.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad