Era una de las actividades que ya hacía más por costumbre que por otra cosa: tuitear. O escribir en X, aquella red social que tanto ... moló hasta que se hizo con ella el ególatra de Elon Musk. De hecho, lo hacía por costumbre y por interés, para conseguir mayor visibilidad y esas zarandajas 2.0. O eso creía. A lo del interés, me refiero. Acabo de consultar X y mi última aportación es del 11 de julio. Va para un mes ya. ¿Adivinan ustedes cuántas personas, avatares y/o bots se han interesado por la cuestión y me han preguntado por qué ya no participo ni tuiteo? Efectivamente: ni una sola. Nadie. 'Rien de rien'. No lo digo con tristeza ni melancolía. Ni para dar penita o pedir que me hagan casito. De hecho, yo tampoco le prestaba atención alguna a si la gente tuiteaba más o menos. Es sólo la constatación de que X será una red, pero que de social tiene lo que yo de bailarín de claqué. Se ha convertido, más bien, en una red de arrastre. La decisión la tomé después de leer sobre la dimisión de Linda Yaccarino, la CEO de X, y todo lo referente a la manipulación que Musk estaba haciendo de Grok, la IA de su caro juguetito, a la que ha convertido, literalmente, en la voz de su amo. Y como el amo me parece un tipo turbio, tóxico, peligroso y lesivo para la democracia… ¡hasta luego, Mari Carmen!
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Les reconozco que me da coraje. Empecé en Twitter en mayo de 2008 y me lo he pasado muy bien ahí. Hice amigos, conocí gente y fue genial aquella iniciativa de la Tuiteratura que pusimos en marcha con Jesús Vigorra en Canal Sur. ¿Y qué les voy a contar del TAT Granada, el megaevento de Twitter que organizaba nuestro IDEAL, felizmente reorientado hacia la Inteligencia Artificial? Lo curioso es que me voy de esa red social justo cuando me ha llegado una oferta para hacer hilos de pago en X. ¡Vaya usted por Dios! Para una vez que iba a monetizar el tinglado… Pero no. Mientras Musk sea dueño del juguetito, el amo del cortijo, con su pan se lo coma. Me quedaré en Facebook, como pureta que soy, y en la más amigable Instagram. No es que Meta me parezca ninguna panacea ni Zuckerberg un santo varón, pero me gustan las redes sociales y seguiré enredando por ahí. Al menos, de momento y hasta que sufra una nueva caída cibernética del caballo digital.
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