37,5 horas y olé

En nuestra sociedad hay dos realidades paralelas cada vez más divergentes. Una es la de la gente con nómina que trabaja para el Estado o para grandes compañías. Para empresas sólidas y solventes que respetan a sus trabajadores. La otra realidad es la de los autónomos y las pymes. Los acuerdos en materia laboral afectan a la primera. Suerte que tienen sus beneficiarios. Como autónomo de la segunda realidad, les tengo mucha envidia. Sana y no tan sana. No me extraña que cada vez más gente joven trate de sacarse unas oposiciones. De lo que sea. El caso es ingresar en la parte de la población activa a la que aplican esos acuerdos sin necesidad de broncas, peleas, disgustos, sobresaltos y sinsabores. ¡Y para toda la vida!

No conozco a ningún autónomo que viva en ese entorno. Es una utopía. No me quejo, ojo. Soy de los pringaos que se autoexplotan felizmente, como dice Byung-Chul Han, con el rollito de trabajar en lo que te gusta. Tampoco soy tonto. La frasecita aquella de «Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida» me la creo lo justo. Siempre es mejor trabajar en algo molón que en algo de ni fu ni fa, pero trabajar es trabajar. Estar tumbado en el sofá, leyendo y viendo películas, tampoco es mal plan y yo me realizaría cantidad dedicando mi vida exclusivamente a eso. Y cuando me canse, a caminar.

Bienvenidas sean todas las medidas progresistas que afectan a una de las realidades productivas de nuestro país. Echo de menos, eso sí, que todo ello venga acompañado de algún guiño a esos autónomos y pequeños empresarios que también hacen lo suyo por generar empleo y riqueza en nuestro país.