Continúan las emociones con los incesantes éxitos deportivos. Si el 1 de junio el Real Madrid ganaba la Decimoquinta Champions, el 14 de julio la ... selección española conseguía la Cuarta Eurocopa, como acredita la diosa Cibeles. Un combinado nacional que nos ha sorprendido al ganar todos los partidos contra prestigiosos equipos como Italia, Alemania, Francia e Inglaterra. Existe unanimidad en reconocer que la formación dirigida por Luis de la Fuente es la justa vencedora. No obstante, le ha faltado brillantez a esta competición, porque muchos jugadores de élite estaban exangües, después de un calendario intenso.
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El desparpajo y atrevimiento de Nico Williams y Lamine Yamal en el terreno de juego —quienes todavía practican el entretenimiento 'piedra, tijera, papel'—, ha cautivado a Europa. Pero el mérito ha sido colectivo, al cambiar el tiqui-taca por una mayor verticalidad y velocidad por los extremos. Este triunfo ha supuesto una inyección de moral colectiva, al sentir de nuevo el orgullo de ser español. En nuestra ciudad, como en cualquier otro rincón de España, se pudo comprobar, horas antes de la final en Berlín, el sentimiento de patriotismo sano y desacomplejado, con camisetas y banderas de la selección. Toda la sociedad española, cualesquiera fueran sus ideas políticas o religiosas, estaban unidos por un sentimiento común; por unos colores y un equipo de fútbol que nos representaba. Ante un panorama político-social encrespado, necesitábamos algún estímulo positivo que elevara nuestra autoestima. Era necesario liberarse del enrarecimiento por la polarización política de las dos Españas de Machado.
La celebración con Felipe VI y la educada infanta Sofía, han escenificado una imagen de unidad, bajo el liderazgo y la calidad humana del monarca. Sin embargo, ha llamado la atención la tensión reflejada en la cara de los campeones en el Palacio de la Moncloa. El saludo-cobra de Carvajal al presidente del Gobierno, manifiesta el descontento de unos jugadores que le vetaron para que no les utilizara por intereses políticos. Sánchez ha tenido la osadía de arengarles sobre el 'juego limpio' y la 'mejor versión de España' (¡él!). Cuando es el paradigma de la división social, como expresa Mariano José de Larra: «Aquí yace media España; murió de la otra media». El capitán Morata se refería a que España era el mejor país del mundo con los mejores trabajadores. Pero omitía señalar a quien, para mantenerse en el poder, ha jugado sucio mintiendo a los españoles, ha dinamitado la separación de poderes, convirtiendo al tribunal de garantías en una sucursal del Gobierno. Los cánticos desenfadados de Rodri con 'Gibraltar es español', posiblemente haya sido la labor diplomática más acertada en política exterior. Esa misma tarde, Carlos Alcaraz volvía a emocionarnos como nación, al ganar a Djokovic en el césped de Wimbledon.
No estábamos repuestos de tanta emoción cuando, en la festividad de la Virgen del Carmen —la onomástica más frecuente entre las mujeres españolas—, ante 85.000 madridistas, se presentaba a Kylian Mbappé en el estadio Santiago Bernabéu. Florentino Pérez que ejercía de maestro de ceremonias, comenzó felicitando a la selección española, acompañado de Zidane y Pirri, con las quince Copas de Europa. Hace justo un año, desde esta columna nos adelantábamos al fichaje de la superestrella planetaria, que ha visto las trabas del club catarí y de Emanuel Macron. Confieso que tenía mis reticencias hacia el crack, en mi opinión, por el error de apoyar a su amigo el presidente de la República, en las legislativas francesas. Pero debo reconocer que, al escucharle hablar en perfecto castellano, con sincera emoción, manejando magistralmente la puesta en escena y comprometiéndose a estar a la altura en el mejor club del mundo, la afición habrá pasado por alto sus indecisiones. Su madre, Fayza Lamari, de origen argelino —representante del jugador—, estaba visiblemente emocionada, trasladando ese sentimiento a todo el madridismo. Para la fiesta de la Asunción de la Virgen, veremos a este renovado Madrid galáctico con una delantera que emociona e ilusiona, y que Ancelotti tendrá que conjuntar: Vinicius, Bellingham, Rodrygo, Mbappé, Brahim, Güler y Endrick. El promedio contrastado de cuarenta goles por temporada son una garantía. Su impronta ha dejado magníficas sensaciones: inteligente, equilibrado, maduro, que se hace querer por su simpatía, humildad y ambición. Entretanto, mientras los futbolistas descansan y preparan la pretemporada, esperamos aumentar el medallero en los Juegos Olímpicos de Paris. 'Oh la la!'
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