Concentración ante el Congreso esta semana. EP
Opinión

Edmundo

El partido del Gobierno, junto con sus socios de legislatura, han perdido una trascendental votación que puede marcar el principio del fin del régimen bolivariano.

Javier Pereda

Jaén

Jueves, 12 de septiembre 2024, 23:48

La Proposición no de Ley del PP, aprobada en el Congreso de los Diputados, que insta al Gobierno a reconocer a Edmundo González Urrutia como ... presidente electo de Venezuela, representa un magnífico triunfo moral. Aunque esta PNL —con 177 votos a favor y 164 en contra— no es vinculante para la política exterior del Gobierno, ha retratado a cada formación política respecto a su compromiso con la defensa de los derechos humanos, la democracia y la libertad en Venezuela. El partido del Gobierno, junto con sus socios de legislatura, han perdido una trascendental votación que puede marcar el principio del fin del régimen bolivariano. El PNV se ha desmarcado de votar con el bloque de izquierdas —no en vano defienden a un Urrutia— y Junts ni siquiera acudió a la sesión. El diputado José Luis Ábalos se abstuvo, como muestra de la desafección que mantiene con sus antiguos correligionarios, al sentirse abandonado en el caso Koldo. Desde que el presidente electo de Venezuela, quien ganó los comicios con el 67% de los votos, aterrizó el domingo pasado en la base aérea de Torrejón, ha cundido cierto desánimo entre los defensores de la causa de la libertad en el país caribeño. Hasta cierto punto, la reacción de Edmundo González resulta comprensible, tras ser citado en tres ocasiones por la Fiscalía bolivariana y no responder a sus requerimientos, se le estaba invitando a abandonar el país o a poner en serio riesgo su vida y la de su familia. La narcotiranía chavista pretendía con esta actuación, dar un paso más para consolidar el golpe de Estado, forzando el exilio del vencedor de las elecciones, y, de paso, minar la moral de la mayoría de votantes el 28-J. El tirano ha pensado que a enemigo que huye, puente de plata, y lo que antes eran gruesos insultos al presidente legítimo, han tornado en condescendientes halagos.

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El presidente Sánchez presenta una actitud esquizofrénica, al no reconocer a Edmundo como presidente de Venezuela, «para no generar falsas expectativas», escudándose en el argumento peregrino de mantener unidad de criterio con la Unión Europea; y, al día siguiente, le recibe con alaracas, como si fuera un héroe. Sin embargo, no aplicó la misma vara de medir cuando condenó a Israel y se alineó con Hamas, en contra del parecer de la UE. El mismo sátrapa caribeño ha tenido que corregir al ministro de exteriores, José Manuel Albares, porque este exilio ha sido negociado entre los Gobiernos de España y Venezuela. Cada vez queda más patente la labor de mediación del expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, en favor de la dictadura alineada con China, Rusia e Irán. Su silencio cómplice, al no pronunciarse sobre el resultado electoral, resulta elocuente para quienes anhelan la libertad. España debería ser el adalid ante la Unión Europea de Venezuela, su país hermano, pero el Gobierno social-comunista claudica por intereses ideológicos, en contra del sentir de la soberanía popular. Tampoco se puede esperar mucho del Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores, el socialista José Borell, y veremos si la relativista institución de la Comisión Europea de Ursula von der Leyen, tiene suficiente coraje para reconocer la realidad de los hechos.

Tampoco se prevén reacciones en EE.UU., hasta noviembre, porque Donald Trump y Kamala Harris están centrados en sus debates preelectorales. De nuevo emerge la heroína María Corina Machado, en quien están depositadas todas las esperanzas del pueblo venezolano, latinoamericano y en donde se cuestiona la libertad, para el próximo 10 de enero. Lo más probable es que esta intrépida mujer sea el próximo objetivo a batir por la banda de Delcy y Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino. Le impidieron ser la candidata a la presidencia y ahora sobresale su valiente figura. Casi nadie ha reparado en la casualidad de que el pasado miércoles coincidía con la celebración de la Patrona de Venezuela, Nuestra Señora de Coromoto —nombre del jefe de los indios Cospes—, que, según la tradición, se le apareció en 1651, en la ciudad de Guanare, invitándole a que se bautizaran. Todas las ayudas son necesarias para restituir el derecho a decidir. Como se expresó en el Congreso, esa dictadura no puede encontrar como respuesta la indiferencia. Se trata de una batalla entre los defensores de la civilización y los promotores de la barbarie.

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