Más Unión Europea que nunca

Javier Martín Ríos

Viernes, 19 de septiembre 2025, 23:08

Estamos entrando en una nueva etapa internacional que requiere la máxima atención de nuestras autoridades europeas. La historia no es un libro cerrado, sino que ... siempre está abierto y escribiendo por sí solo sus páginas en blanco antes que los historiadores lo hagan encerrados en las bibliotecas para fijarla en el tiempo, consultando documentos y fuentes de toda índole. La historia, como la vida misma, siempre está en movimiento y tenemos que hacer una lectura constante tanto de lo que pasa a nuestro alrededor como en lugares más lejanos, también allende de nuestras fronteras.

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Hace tiempo que Europa ha ido perdiendo su posición de gran intermediaria internacional en la resolución de los conflictos globales. En los grandes debates mundiales a menudo no se la invita a la mesa de deliberaciones y, cuando alza la voz, apenas se hace caso a lo que se dice en Bruselas. Ahí tenemos de ejemplo conflictos como la guerra de Ucrania o la de Gaza: es una queja que se apaga lentamente en el horizonte y, en muchas ocasiones, todo es debido a que los propios países europeos no tienen una estrategia y voz conjuntas a la hora de afrontar tales desafíos. Un asunto es defender los asuntos nacionales de cada país, pero otro es cuando toca a la Unión Europea, en su conjunto, tratar cuestiones delicadas que afectan al concierto internacional de naciones; las divisiones internas no ayudan mucho, todo lo contrario, se ven como una debilidad para los que están provocando tales conflictos.

El mundo ha entrado en una inercia de incertidumbre. Las potencias quieren ser más potencias arrastradas por un nacionalismo al alza. La intimidación, a nivel económico o militar, está a la orden del día como arma disuasoria e imponer criterios unilaterales. Todo el mundo quiere defender sus propios intereses económicos, incluida Europa, pero no es lo mismo hacerlo en una mesa de negociaciones que hacerlo de golpe y porrazo. Ahí tenemos el ejemplo de Donald Trump que, con su política de aranceles de montaña rusa, en pocos meses ha puesto el mundo patas arriba y, paralelamente, a su propio país; en la política internacional, los bandazos de Trump en los asuntos cruciales de la geopolítica mundial hacen que casi sea imposible predecir más allá de varias semanas en el calendario lo que pasa por la cabeza de su gabinete en el Despacho Oval. Por otro lado, tenemos a Putin y la amenaza permanente del uso de la fuerza armamentística para imponer sus condiciones; la vía diplomática parece que no va con Putin, tal como hace ver una y otra vez en relación con Ucrania, por muchas alfombras rojas que le pongan en Alaska o en cualquier parte del mundo. Tampoco podemos olvidar la reciente foto en Pekín de Xi Jinping flanqueado a derecha e izquierda por el propio Putin y Kim Jong-un, respectivamente, en la reciente conmemoración del 80 aniversario de la derrota del imperialismo japonés en el contexto de la Segunda Guerra Mundial; China no perdió la oportunidad, a la par de las celebraciones, de exhibir al mundo su sofisticado poderío militar mientras alegaba por la paz global dentro de un orden de poder multipolar. Y, por último, no quisiera olvidarme de la ONU, que desde hace mucho tiempo parece que pinta poco arbitrando la paz en los conflictos que asolan a la humanidad; todo el mundo apela a la ONU cuando se siente amenazado para reclamar justicia, la ONU siempre se pronuncia, pero la realidad, por desgracia, es que se la tiene poco en cuenta: nunca podrá haber consenso porque en su propio seno las potencias dominantes sólo miran por lo que más le conviene. La ONU nació con un objetivo fundamental de arbitraje de paz y conflictos en la escena internacional, defender los derechos humanos, y sería imprescindible volver a darle ese protagonismo que hoy día ha perdido.

Corren vientos inciertos al oeste y al este de Europa; por el norte, desde la guerra de Ucrania, esos vientos son tempestades. El siglo XXI ha entrado en un nuevo contexto de hostilidades y recelos entre potencias, lo que algunos ya han llamado la Nueva Guerra Fría. Urge más que nunca el diálogo y la gran diplomacia para rebajar tensiones entre bloques que defienden sus posiciones estratégicas bajo la disuasión del poderío militar o económico como parte de las cartas de la baraja en el tablero de la geopolítica mundial, porque sería suicida volver a repetir los mismos errores que nos llevaron a los desastres de las guerras que asolaron el siglo XX. La Unión Europea tiene que estar preparada para este nuevo escenario internacional que se está construyendo en la actualidad, con una voz coherente, decidida y unida a la hora de defender su posición en un mundo cada vez más complejo y, paralelamente, ser previsora para que lo que pudiera acontecer. Hoy día, un país europeo en solitario no tiene nada que hacer ante las estrategias e intereses de las grandes potencias. Es triste hablar así, pero el libro de la Historia que se escribe en estos momentos está pidiendo a la Unión Europea, más allá de las políticas comunitarias en el interior de nuestras fronteras, una estrategia común y sólida para hacer frente a ese escenario internacional de incertidumbre que ya tenemos encima.

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