Íllora, Madrid: historias de ida y vuelta

Javier López

Jueves, 3 de octubre 2024, 23:11

Manuel López Delgado es un illoreño de corazón sensible y mente inquieta que ha estado viajando y viviendo por distintos lugares de Europa desde su ... juventud. Hace algunos años que plantó su residencia, momentáneamente definitiva, en la villa de Madrid. Fiel a su instinto, de forma ordenada y metódica, se ha propuesto devorar toda la oferta cultural que esta ciudad puede brindar. Además de los conciertos, el teatro, la ópera o las exposiciones, la calidad y variedad de fondos que albergan sus innumerables museos es casi inabarcable. Concretamente en uno de estos museos, no precisamente de los más conocidos de Madrid; el museo Cerralbo, Manuel se percató con cierto asombro y curiosidad, cómo la piedra de ágata que decoraba las paredes del suntuoso salón de baile del palacio, procedía de las canteras de la sierra de Parapanda de Illora. Poco tiempo después, en una de sus frecuentes visitas al Museo Arqueológico Nacional, pudo advertir con renovada curiosidad en una de sus vitrinas, la espada íbera de frontón, antecesora de la famosa falcata, hallada por el marqués de Cerralbo en un yacimiento de Illora. Y es que el marqués, siguiendo la estela de sus contemporáneos aristócratas europeos de finales del siglo XIX, también era un refinado erudito y aventurero que recorrió buena parte del mundo hallando piezas arqueológicas, aquí y allá, de la más diversa variedad, época y cultura.

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La relación de la aristocracia madrileña con el municipio de Illora, no se supedita a su patrimonio histórico o geológico. Muy anteriormente, a finales del siglo XVIII, el rey Carlos IV regala a Godoy, como agradecimiento por los servicios prestados al Estado Español, y en especial a la reina María Luisa de Parma por la que sentía verdadera «devoción», la Dehesa Baja de Illora, una finca de 1000 hectáreas que rotura y planta con 30000 olivos lucios. Curiosamente sería otro aristócrata, en este caso un duque, el que los arrancará a finales del siglo pasado.

A mediados del siglo XIX aparece en el municipio otro ilustre personaje, el primer marqués de Loja D. Carlos Marfori Callejas; Ministro de Ultramar, Senador a Cortes por Granada, Alcalde de Madrid, poseedor de las más altas distinciones que puede conceder el Reino de España, que al igual que Godoy también recibe, en este caso, de su majestad la reina Isabel II. No sabemos si también recibió como pago por sus acreditados servicios y desvelos, o mediante cualquier otro título, una finca llamada Casas Blancas, precisamente lindando con la que fuera regalada a Godoy y con una extensión superficial muy parecida. No dejan de resultar cuando menos «curiosos», los hechos y las circunstancias que rodean a las dos historias separadas por 70 años. Marfori decide imitar a su antecesor y destina una pequeña parcela de 50 hectáreas de la finca en la meseta más alta, a la plantación de olivos lucios.

Además de los dos citados aristócratas militares, de capacidad y virtudes solo a la altura de las prebendas que recibieron, se podría citar otro nutrido grupo de ellos junto con un repertorio importante de órdenes religiosas. Entre todos controlaban casi el cien por cien del territorio y, afortunadamente, contribuyeron a impulsar la extensión del olivo lucio dentro y fuera de las fronteras de nuestro municipio.

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Han pasado más de 150 años de aquella fiebre plantadora, al igual que ocurriera años después con la remolacha o el tabaco en la próxima vega de Granada, ya solo queda un reflejo testimonial de aquellas grandes extensiones de olivar lucio, lo que ahora se conoce como olivar tradicional, precisamente aquella parcela de 50 hectáreas de los tiempos de Marfori y alguna que otra pequeña plantación más.

En su última reseña, nuestro gentil y sagaz Manuel nos trae de vuelta la imagen que ilustra este artículo. Se trata de la reproducción pictórica de la especie originaria de Illora: Olea Europaea Argentata, conocida vulgarmente como «lucio», y que forma parte de la colección oleo-gráfica del Jardín Botánico de Madrid. Reunida por el profesor D. Miguel Colmeiro, coetáneo de nuestro D. Carlos Marfori con el que afortunadamente no guarda ningún parecido.

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Para aquellos lectores nobles de corazón franco y sin dobleces, les confesaré que en realidad el presente artículo no va sobre las andanzas de Manuel López Delgado, ni incluso sobre las curiosidades más o menos interesantes de la variedad de olivo lucio. El artículo destila fina ironía sobre lo que fue una de los periodos de la historia de España de mayor corrupción y decadencia institucional y política, y que circunstancialmente tuvo como escenario el municipio de Illora, convertido en patio de recreo y moneda de cambio de toda suerte de favores. Nótese por otro lado, la actualidad de este sistema, basta con sustituir los términos del binomio Corona y aristocracia militar de la época, por los de políticos y empresarios actuales, claro, solo algunos.

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