Notre Dame

Javier Gallego Roca

Jueves, 12 de diciembre 2024, 23:17

Estos días los medios de comunicación nos han vuelto a mostrar las impactantes imágenes, retransmitidas entonces en directo, del terrorífico incendio que devastó uno de ... los monumentos más visitados y universales del planeta. El presidente francés Macron en esos fatídicos días fue determinante: «Hay que reconstruir Notre Dame».

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Construida entre los siglos XII y XIV, símbolo del catolicismo francés, fue emblema de las restauraciones del siglo XIX. Víctor Hugo la inmortalizó en su novela Nuestra Señora de París y se ha convertido en un fenómeno de atracción turística que recibía 14 millones de visitantes anuales, en esta catedral se resume una parte de la historia de París y Francia.

Generalmente siempre ha existido una oposición entre los especialistas a la reconstrucción, sin embargo recientes decisiones del Comité del Patrimonio Mundial y de la Unesco han puesto de manifiesto un cambio de posición más proclive a la reconstrucción de los sitios culturales dañados o destruidos. El dilema es si es necesario o no reconstruir los sitios dañados para que recuperen su significado. Esta idea de reconstruir no es nueva. En el siglo XIX es cuando adquiere mayor conciencia la importancia de la historia y surge el monumento histórico frente a la industrialización y la ruptura con el pasado. Los arquitectos empezaron a restaurar las partes desaparecidas de monumentos históricos para devolverles su esplendor antiguo. Es el caso del arquitecto parisino Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc, teórico de la renovación del gótico francés, autor de partes significativas de Notre Dame, como la flecha desaparecida por efecto del incendio, quien define el concepto de restauración del siglo XIX: «Restaurar –un edificio– significa restablecerlo en un grado de integridad que pudo no haber tenido jamás». Viollet fue el arquitecto encargado de completarla en el estilo correspondiente, más simplificada y con una actitud típicamente decimonónica, que ve en el estudio del pasado la recuperación de una identidad nacional.

Pero el dilema persiste. Entonces muchos se plantearon: ¿cómo reconstruir Notre Dame en el siglo XXI? La corriente contraria a la reconstrucción, surgida en el siglo XIX, cobra fuerza a través de Adolphe Napoléon Didron, historiador del arte y arqueólogo francés: «Es mejor consolidar los monumentos antiguos que repararlos, mejor repararlos que restaurarlos y mejor restaurarlos que rehacerlos».

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En 1883 en la 'Primera Carta de la Restauración', el arquitecto italiano Camillo Boito sienta los principios modernos para la conservación del patrimonio cultural. Las ideas de Boito se plasmaron en un texto doctrinal clave del siglo XX, que constituye el pilar básico del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS): la 'Carta internacional sobre la conservación y la restauración de monumentos y sitios', adoptada en 1964 y conocida como 'Carta de Venecia'. Este texto excluye la reconstrucción y afirma que la restauración termina cuando empieza la conjetura. A partir de esta fecha, las normas y directrices relativas a los sitios históricos siempre formularon reservas sobre la reconstrucción, salvo en casos excepcionales.

Otra catedral francesa, la de Reims, fue destruida por las bombas alemanas que veían en ella un símbolo nacional. Un andamio dejado en la torre se incendió y fue lo que hizo que se propagase el fuego por toda la techumbre. Los trabajos de restauración se iniciaron en 1919 y se concluyeron en 1938 financiados, en parte al apoyo financiero del mecenas estadoudinense Rockefeller. El armazón destruido fue sustituido por una estructura más ligera e ininflamable, constituida de pequeños elementos de cemento armado, unidos por chavetas de roble para garantizar la flexibilidad del conjunto. Conserva vidrieras que van desde el siglo XIII al XX; Marc Chagal diseñó la vidriera instalada en 1974, añadiendo un significado de contemporaneidad.

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Benjamin Mouton, 'architecte en chef' de Notre Dame, ha definido el edificio como uno de esos gigantes del patrimonio que nunca volverá a ser el mismo y que entonces consideró que es imposible reconstruir 'à l'identique'. Su cubierta era una de las más antiguas de la ciudad de París, era conocida como la 'forêt' debido a su entramado de carpintería de roble, cada una tallada de un árbol diferente. Parte de esta cubierta y la impresionante flecha caída eran obra de las reformas del siglo XIX realizadas por Viollet. Hacía apenas seis años que se realizó un levantamiento perfecto de la cubierta; esto permitió mostrar toda la cualidad de la estructura, pero también todas las maderas empleadas en su construcción. Es evidente que Notre Dame era un caso excepional: «La excepción que confirma la regla».

Las circunstancias han cambiado y casos como el de Notre Dame plantean retos a los organismos como el ICOMOS a adoptar nuevas directrices. Las doctrinas de las cartas sobre la conservación tienen que abrirse a ideas nuevas y los instrumentos del Patrimonio Mundial deben actualizarse. Desde los primeros axiomas de la conservación en el siglo XIX, las diferentes generaciones de especialistas han ido aportando principios y orientaciones nuevas. La 'Carta de Burra', representó un giro importante hacia una conservación centrada en los bienes y valores culturales. La 'Declaración de Nara', al hacer incapié en la diversidad de las culturas y la relatividad de los valores culturales, nos incitó a interpretar la 'Carta de Venecia' con una nueva óptica. Notre Dame es un caso singular y paradigmático, comenzó a construirse en el siglo XIII, en pleno apogeo del gótico, y se acabó en el XIX por el arquitecto Viollet-le Duc, suscitando entonces el gran debate de la restauración monumental.

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¿A comienzos del siglo XXI es posible una reconstrucción a 'l'identique'? Es evidente que la respuesta es no; pero se puede realizar, contando con los medios sofisticados que hoy tenemos, una restauración filológica de alta calidad aportando también el significado de nuestro tiempo. Notre Dame ha supuesto una oportunidad para reflexionar sobre los criterios de restauración y los materiales a utilizar en su restauración en pleno siglo XXI: el debate está ya abierto. Sin duda nuestra sociedad ha exigido reconstruir este magnífico monumento, en que prevalece su carácter icónico y paisajístico, más que como una obra arquitectónica como parte de la memoria y el sentimiento colectivo. Además se da una paradoja excepcional para la historia de la arquitectura; se trata de reconstruir la obra gótica y la del siglo XIX de Viollet-le-Duc, esta última tan denostada en su época, pero tan íntimamente ligada al valor del tiempo y de la memoria en Notre Dame.

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