Hace unos meses, cuando el PSOE andaluz tutelado desde Madrid ya había elegido a un señor de Sevilla como candidato a las elecciones autonómicas, hablé ... con un veterano dirigente socialista granadino. Espadas seguía siendo el alcalde hispalense por aquellos entonces y se le notaba renuente a salir de la sombra de la Torre del Oro.
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«Hay tiempo», me dijo mi interlocutor, tranquilo y confianzudo. «Vamos bien», insistía. Me transmitió la idea de que la maquinaria socialista andaluza estaba perfectamente engrasada y que, en cuanto se pusiera en marcha, sería imparable.
Yo no lo tenía tan claro. De hecho, cuando escribí que si me cruzaba con Juan Espadas, dudaba si lo reconocería; algunos y algunas me miraron mal. «Sabrá este…», parecían decirme telepáticamente.
De ahí mis risas al leer el análisis postelectoral de Felipe Sicilia, portavoz del PSOE en Madrid, que alude a la desmovilización del electorado de izquierda, en primer lugar, porque Espadas solo ha tenido siete meses para exponer su alternativa y «no ha tenido tiempo de consolidarse». Y lo dice como el que habla de una granizada, un fuerte viento o la lluvia de ayer. Años se ha pasado el PSOE andaluz ajustándole las cuentas a Susana Díaz y su entorno… para terminar por no llegar a tiempo. ¡Ele!
Y luego está la división de los partidos a la izquierda del PSOE. Al margen de la soberbia y el absurdo que supone no haber presentado a la candidata hasta el último minuto, fiándolo todo a las siglas y a la ideología; alguien tendrá que coger el toro de Podemos por los cuernos. Porque hay mucho votante de la antigua Izquierda Unida que ha dejado de apoyar a la histórica formación desde que camina bajo el yugo podemita y su proverbial vocación excluyente. En ocasiones, más es menos.
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Así las cosas, Podemos delega las explicaciones sobre el fracaso de Por Andalucía en la propia IU, dado que lideró la campaña y la candidatura, aunque fuera tarde, mal y nunca. ¡Ay Garzón, que este sapo te lo vas a comer tú solito! Con lo buena que está una ensaladita de mango y aguacate…
No me extraña que Yolanda Díaz siga enredada en su proceso de escucha activa. El riesgo es que, como pegue de verdad la oreja, lo mismo se queda sorda. ¿Estará al tanto de lo que piensan, en realidad, la 'anticapi' Teresa Rodríguez y sus antiguos aliados? De lo más edificante y esperanzador todo, oigan.
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