Miguel Ángel Gómez Martínez. EFE

Olvidos políticos y recuerdos musicales

Espero y deseo que Miguel Ángel Gómez Martínez sea debidamente recordado en una tierra que era la suya

Inocencio F. Arias

Sábado, 12 de julio 2025, 23:20

En 1898, al poco de que fuéramos derrotados por Estados Unidos en la fugaz guerra que sostuvimos con ellos después de la misteriosa, y oportuna ... para Washington, voladura del buque de guerra Maine, España tuvo que acudir a París a a firmar la paz por la que perdimos Cuba, Filipinas, Puerto Rico y otras menudencias.

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El gobierno estadounidense fue implacable en sus exigencias y alguno de los negociadores españoles, diplomáticos como yo, confiesa en su memorias que firmó el tratado «con lágrimas en los ojos». Pero, curiosamente, y es lo que quiero subrayar, los altivos americanos, que llevaban años llenándoseles la boca con la proclama de que querían librar a los cubanos del yugo español, no invitaron a ninguno de los habitantes de la isla a participar en las negociaciones de paz. Tampoco asistieron delegados filipinos o portorriqueños. Eran peones quizás en otros designios. Un 'olvido' pasmoso.

En nuestra época, Trump, admirador de McKinley, presidente en 1898, ha intentado asimismo, con considerable osadía y desconsideración, negociar mano a mano con Putin el fin de la guerra que el ruso ha desarrollado arteramente en Ucrania. Los ucranianos, en un principio, no estaban programados. Esto, a juicio de Trump, era un tema para los grandes y los ucranianos, aunque les va la vida en ello, no contaban en su estrategia, eran monigotes. Las reticencias del ruso Putin a negociar con quien sea, hasta que obtenga una posición de clara fuerza, han frustrado el excluyente cambalache. Ahora los ucranianos han vuelto a la escena, pero nos encontrábamos ante otro clamoroso olvido en el siglo XXI.

No solo en política cuecen habas olvidadizas. En la reciente ceremonia de los Oscar americanos hubo la ritual mención de los artistas que han desaparecido en el pasado año. Sin embargo, hubo una clamorosa ausencia. No hubo ni imágenes ni alusión al francés Alain Delon, un coloso del cine que actuó en más de cien películas, algunas como 'Rocco y sus hermanos', 'El gatopardo' o ' El samurai', que hicieron historia. No parece que el olvido fuera intencionado pero el desliz, en la cuidadosa Academia de Hollywood, fue sonado.

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La europea que otorga el Nobel de literatura también pifia. Se pueden mencionar varios autores que fueron preteridos ante otros aparentemente más mediocres; muchos países se hacen cruces con sus ausentes, pero citemos solo a dos olvidados hispanos, Pérez Galdós y Borges. No pasaron el corte, lo que es curioso. Umbral, por su parte, murió sin haber entrado en la Real Academia. Sorprendente.

Y esto me lleva adonde quería, a la música y al recuerdo de un artista que se ha ido , que admiraba por su talla musical y al que apreciaba humanamente. Me refiero al maestro Miguel Ángel Gómez Martínez, un granadino de muchos quilates que se extinguió el pasado verano y que no merece ser olvidado por los ajetreos de nuestra época y la rapidez con que se suceden hechos que nos conmocionan. Hace unos meses, cuando se presentó en Madrid el Festival Internacional de Granada no se mencionó de entrada el vacío considerable y reciente que había dejado Gómez Martínez . Un par de los asistentes indicamos que el Festival debía tener un recuerdo especial para ese músico que tanto había hecho por Granada. Caballerosamente los organizadores se excusaron por el involuntario lapso y explicaron que en el evento el músico sería reconocido como bien merecía.

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En la inauguración del Festival se ha cumplido esta promesa y pienso que las autoridades y el pueblo de Granada deben ir algo más allá. Gómez Martínez era un orgullo para Granada y para España. Superdotado desde su infancia, dirigió su primer concierto con la Banda Municipal a la increíble edad de siete años, fue el doctorado mas joven en la exigente Viena y lo invitaron a dirigir la imponente opera 'Fidelio' de Beethoven a los veinticinco. Pronto triunfó en plazas de postín como Berlín, Viena y Bayreuth y bajo su batuta cantaron o tocaron Pavarotti, Placido Domingo, Birgitt Nilson, Rostropovich, Ana Sophie Mutter y otros muchos astros de reconocimiento mundial. Hace días en Menorca visité al genial barítono Juan Pons y tuvo unas frases muy amables sobre la maestría profesional y la talla humana de nuestro paisano.

Tengo, para algunos una deformación profesional , para mí una querencia: me regodeo cuando un compatriota nos deja bien. En estos días, si estuviera destinado fuera, yo sacaría pecho con la hazaña en París de Carlitos Alcaraz; hace años, muchos de mis compañeros destinados en el extranjero se ufanaban cuando Gómez Martínez tomaba la batuta en la ciudad en que estaban destinados. Podían presumir de que era capaz de dirigir sin partitura obras extensas y complicadísimas, de su redonda versión de grandes sinfonías , de la acogida entusiasta de los amigos melómanos y de la critica y, como yo noté, sabían que el maestro intentaba con regularidad embarcar a solistas españoles en sus actuaciones. Si Alcaraz o nuestra selección de fútbol , no es broma, abren puertas en el extranjero, directores como Miguel Ángel son asimismo una no despreciable ayuda para un diplomático que tiene que 'vender' la buena imagen de nuestro país.

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Espero y deseo que nuestro añorado director sea debidamente recordado en una tierra que era la suya y de la que siempre se sintió hijo y a la que defendió. Y me gustaría no solo ver su nombre en algún sitio importante y emblemático de Granada sino oír en el Generalife su imponente 'Réquiem' español. Oí a finales de los cincuenta, casi imberbe yo, a Victoria de los Ángeles en el Festival, lo recuerdo como un hito. Ahora sería bonito y redondo estremecerte con el 'Réquiem' concebido por un genuino amante del Albaicín, del Darro y de Reyes Católicos. Si en esas fechas el Madrid vuelve a conquistar la Champions la sensación resultará total, irrepetible.

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