Editorial

Incendios desbocados

Domingo, 10 de agosto 2025, 21:09

El fuego extremo que arrasa España cada verano no es un accidente inevitable, sino la consecuencia directa de un planeta que se calienta y de ... un territorio cuya gestión es tratada con desdén. El cambio climático intensifica olas de calor, seca suelos y alarga temporadas de riesgo, lo que multiplica las posibilidades de que una chispa se convierta en un infierno. Pero no basta con señalar al termómetro; además de la crisis climática, otro factor que incrementa la frecuencia del fenómeno es la expansión del bosque a causa del abandono rural. Desaparecido el pastoreo y la agricultura de montaña, la vegetación crece sin control y se acumula en forma de combustible. Ante esta doble amenaza, la política no puede limitarse a apagar fuegos: debe invertir en prevención, gestión forestal, recuperación de usos tradicionales y reducción drástica de emisiones. La muestra de la virulencia del problema se constató ya en 2022 con la muerte de cuatro personas y la pérdida del 6% del territorio forestal en la provincia de Zamora. La prevención exige una política de Estado ante un desafío de seguridad nacional. Cada año perdido en actuar agrandará la tragedia.

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