Seguimos conmocionados con lo que está ocurriendo en el corazón de Europa. La retransmisión de la guerra de Ucrania en directo con toda su crudeza ... es el precio que pagamos ante el desarrollo de las nuevas tecnologías que permiten seguir paso a paso lo que ocurre a cada instante. Y eso nos tiene locos porque nos duele y sufrimos y eso que la guerra, aunque ya notemos sus efectos, la tenemos a tres mil kilómetros de casa.
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Como estremecidos nos tiene la visión de edificios bombardeados; de personas que se ven obligadas a dejar toda su vida atrás para huir a un lugar en paz donde sean acogidos con el objetivo de volver a empezar de nuevo, como si fuera posible volver a empezar una nueva vida habiendo dejado enterrada bajo las bombas la que tenías; la visión de heridos y de muertos; de niños como los nuestros que en su inocencia siguen jugando como si no pasara nada, pero que ignoran qué futuro les espera; de ancianos que solo querían vivir en paz para en paz dejar la vida terrenal cuando llegara la hora; de jóvenes civiles que han visto frustrada su formación y sus trabajos y desconocen dónde y a qué se verán obligados a enfrentarse; la de jóvenes militares envueltos en una guerra con la obligación de matar para seguir con vida, una guerra que ni les va ni les viene y que los ha arrancado de sus casas y de sus familias sin saber en qué acabará todo esto. Y el miedo que nos ha llegado a todos porque lo que creíamos que no podía ocurrir está pasando.
Una guerra que la vivimos en directo porque la tenemos en casa y porque nos afecta a nosotros, los occidentales que vivimos en Europa, que vemos amenazados nuestro bienestar y lo que esté por venir. Pero hay otras guerras de las que apenas nos hemos enterado porque nos quedaban más lejos y porque nuestros intereses en los lugares en que se desarrollaban eran mínimos.
El otro día tuve la ocasión de ver un documental, que recomiendo, con el título 'Para Sama' rodado por una joven periodista que vivió el asedio de la ciudad siria de Aleppo de más de 4,6 millones de habitantes en 2010 y que en 2018 no superaba los 1,8 millones de personas. La joven tuvo una niña a la que llamó Sama y para la que grabó este documental durísimo y triste que a mi al menos me conmocionó y que remueve conciencias si es que nos queda alguna. Cinco años viendo la vida transcurrir entre bombardeos del régimen sirio apoyado por Rusia con la única ocupación de conservar la vida. La joven periodista, Waad al-Khateab, sumerge al espectador y lo convierte en un habitante más de Aleppo durante los años que duró el asedio. 'Para Sama' recorre cinco años en la vida de Waad, desde las primeras revueltas en las calles de Aleppo contra el régimen de Bashar al-Ásad hasta los continuos bombardeos y destrucción de la ciudad. La periodista muestra la crudeza de una guerra de la que no fuimos testigos como lo estamos siendo ahora con la de Ucrania; muestra la vida permanente en los refugios; la muerte en hospitales improvisados que se deben trasladar a nuevos lugares una vez que ya fueron bombardeados y enseña la destrucción total. Muestra con crudeza la muerte de niños y de ancianos, de hombres y mujeres, que deciden quedarse en la ciudad que aman, en su vida y que, dentro de tanto dolor, hay momentos de alegría y de juegos con los más pequeños.
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En paralelo al inicio del conflicto y a la guerra en Siria la vida de la periodista, siempre con la cámara en mano, continúa con optimismo: se enamora, se casa y tiene a su hija Sama, la vida en medio de la muerte que le hace cuestionarse hasta dónde merece la pena sacrificarse por la libertad. Un estremecedor y durísimo documental que se puede ver en Movistar y que deja claro que no todas las víctimas de las guerras son iguales aunque tengan el sufrimiento y la muerte como nexos de unión para todas ellas.
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