Huérfano de política

Nadie está dispuesto a sacrificarse voluntariamente cuando se está en la política, y no digamos ya si se manda. No recuerdo cuando fue la última vez que alguien brillante entró en política para darle prestigio. Ahora casi siempre es al revés: mindundis incompetentes y sectarios entran en política para conseguir algo de prestigio, aunque al final lo único que consiguen es intoxicar y corromper la política sin que ellos puedan evitar seguir siendo igual de cretinos que cuando se sentaron por primera vez en el sillón de lo público. En este gobierno que necesitaría una plaza de toros para que cupiesen todos sus altos cargos, hay ministros que no solamente no salen en el telediario, sino que ni en su propio pueblo saben que son ministros. Otra cosa es el sueldo, que eso sí, y los cuatro o cinco lameculos que puedan reglamentariamente colocar.

Claro que más peligrosos que los mediocres arribistas sin escrúpulos son aquellos que vienen al poder a legislar sobre sus traumas infantiles y sus frustraciones personales, ya que no se conforman con su cartera de diputado o ministro, sino que lo único que desean es vengarse de todo aquello o todos aquellos a los que culpan de su infelicidad. No hay más que ver la legislación y la propaganda del trampismo podemita sobre diversos temas como la mujer, la pornografía o la alimentación. Los primeros años de Pedro Tramp fueron un desastre de políticas y leyes difíciles de superar, pero es que desde hace un año esta asociación interminable de ministerios y secretarios de Estado, solo han conseguido sacar adelante una ley: una ley anti ley, anti estado de derecho y anti democrática. Por mucho que el objetivo del trampismo socialista sea la degradación del sistema democrático, de las libertades y la transformación de este país en un protectorado de Puigdemont y los terrolistas batasunos, al final el gobierno para sobrevivir necesita aprobar ciertas leyes imprescindibles para la vida institucional, y aquí es donde se demuestra que el 23J sí tuvo un perdedor, y este fue Pedro Tramp.

Un mal gobierno, incluso este, no pasaría de ser una pesadilla temporal si enfrente existiese algo llamado alternativa, pero enfrente del sanchismo no hay nadie ni nada, porque no se puede tomar en serio a un centrismo soplagaitas que siempre termina siendo blando en lo importante y sobreexcitado en lo cuestionable. La estrategia del PP respecto al tema Begoña es propia de un partido desnortado, incluso irresponsable, y obsesionado por cualquier atajo con tal de llegar al poder. Sobre la solemne declaración de Raxoi exigiendo a Pedro que llamase al Rey para convocar elecciones, por caridad humana es mejor ni comentar. Los problemas nacionales son cada vez más asfixiantes y no parece que contemos a corto plazo con ningún líder capacitado y con un par de ideas claras que sirvan para refrescarnos.