El hotel de los líos
El fruto de la empanada ·
Ojalá los trabajadores de ese sector pudieran permitirse bromear con una situación como la actual o saltarse sutilmente esa regla absurda de que el cliente siempre lleva la razónLos trabajadores de un hotel se reúnen en torno al nuevo gerente para saber qué espera de ellos para remontar la delicada situación que atraviesa ... el establecimiento. El gerente, sorprendido, les dice: «Mejor reúnan a los clientes para que sepan lo que espero de ellos, por ejemplo, cortesía para con los empleados. Una palabra amable con el botones será más eficaz que un par de copas. Claro que una palabra amable y un par de copas será todavía más eficaz, y no digamos un par de palabras y tres copas. Ahora lo que me interesa, señores, es el porvenir de esta casa. Tenemos que prosperar. Eh, oiga, usted –espeta al cocinero jefe– si un cliente nos pide un huevo en tres minutos se lo daremos en dos, si lo pide en dos se lo daremos en uno, y si lo pide en uno le daremos una gallina y que se arregle como pueda». Amigo lector, ojalá la hostelería real pudiera ser así de divertida, pero desgraciadamente esta escena pertenece a la hostelería-ficción, concretamente a una escena de la película 'Una noche en Casablanca', de los Hermanos Marx, y el gerente solo puede ser Groucho.
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Ojalá fuese tan sencillo como en esta escena. Ojalá los trabajadores de ese sector pudieran permitirse bromear con una situación como la actual o saltarse sutilmente esa regla absurda de que el cliente siempre lleva la razón. Siempre lleva la cartera; el resto es cuestionable en ocasiones.
No hay Fermasa lo suficientemente espaciosa para albergar a todos los hosteleros que esperan una vacuna económica que los proteja mínimamente de la quiebra, esa pandemia que también mata, pero de hambre. Digamos que se anunciaron ayudas (bonito eufemismo del vocablo propaganda) que hasta ahora solo han llegado a los que han sido capaces de pasar el Grand Prix de requisitos gubernamentales, una carrera de obstáculos donde al que llega a la meta ya no le quedan fuerzas ni para poner el cazo. La recuperación económica no se testa en un gráfico, sino en el hablar con la gente. Mi camarero de cabecera me sirve en bandeja la siguiente reflexión: «Viajamos a bordo de un avión como el de 'Aterriza como puedas', con un piloto hinchable al mando y los pasajeros al borde de la histeria». Ni Chomsky hubiese hilado tan fino en el análisis.
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