La historia, desde chaveas

Dos cosas que me han llamado la atención: la señalética de las calles y la nutrida presencia de 'petits enfants' con sus profes en galerías, museos y monumentos señeros de la ciudad. Eso y la cantidad de españoles que andábamos por allí, claro; que este puente es de lo más goloso.

Ustedes saben la envidia que tengo a las ciudades que cuidan la señalética de sus calles, plazas, avenidas y lugares singulares. En París, en las placas con el nombre de las calles que aluden a una personalidad histórica, se comenta escuetamente su profesión, méritos y época en la que vivió. Eso también es memoria histórica.

Y luego está la chavalada que con sus profes, disfrutaba de cuadros como 'La balsa de la medusa' en el Louvre, las colecciones de arte africano en el Quai Branly o la escalinata de la Ópera de Garnier, incluyendo el misterioso palco 9 de su mítico Fantasma. Chaveas y no tan chaveas, que también había adolescentes. Y grupos de mayores armados de cuadernos, lápices y bolígrafos o con sus tablets en ristre.

Que las ciudades sean aulas al aire libre es un excelente síntoma de salud, curiosidad y hasta normalidad democrática. La historia de ciudades y pueblos es la de sus calles y plazas. La de sus vecinos ilustres. ¿Se enseña en nuestros coles e institutos la historia de Granada a través de los nombres de sus placas hechas con cerámica de Fajalauza?

Ahora que Miguel Ríos o los 091 tienen su hueco en el corazoncito de nuestro callejero, ¿qué tal si hacemos por explicarles a los jóvenes quién fue aquel Pedro Antonio de Alarcón que da nombre a esa calle tan animada durante las noches de los fines de semana? O la dedicada a Ganivet, con sus soportales tan europeos y sus pubs tan modernos. ¡Si el bueno de Don Ángel levantara la cabeza! A partir de las más conocidas, todas las demás. Como esa entrañable Félix Rodríguez de la Fuente del Zaidín que tan a mano me queda. Formas sencillas de conocer nuestra historia. Y sus historias.