Guerra en las Alpujarras
La impresión que da esta guerra es la de capitanes valientes junto a otros huidizos y cobardes, la de dispersión y falta de soldados. Tuvo que venir don Juan de Austria para rematar el asunto
La oda 22 de fray Luis de León es un documento interesante para conocer una parte de nuestra historia, la guerra que sostuvo Felipe II ... para someter y expulsar a los moriscos de las Alpujarras. La oda está dedicada a su valedor don Pedro Portocarrero, obispo de Calahorra e Inquisidor general. Se inicia con los versos: /la cana y alta cumbre/ de Ilíberi…/, nombre ibérico de Granada, famosa por su cumbre nevada. La fecha del poema puede ser la de 1569, anterior al encarcelamiento del poeta (1972), a tenor de la referencia a Poqueira, lugar donde se celebró una batalla, en la guerra de las Alpujarras (1568-1570). Justo en la batalla de Poqueira fue herido don Alfonso Portocarrero, Caballero de la Orden de Alcántara y hermano de don Pedro.
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Alcanzado don Alfonso por dos flechas en un muslo derrotó a los rebeldes en una actitud de valentía y heroísmo. Este hecho le sirvió a fray Luis para escribir este poema y así se puede decir que fue a fines de 1569 o principios de 1570 cuando lo compuso, siendo por entonces don Pedro Portocarrero canónigo en Sevilla. Al parecer estaba por esas fechas su protector cerca de Granada acompañando a su familia. Allí le sorprendió a Portocarrero la guerra. El poeta se dirige ya en la primera estrofa a don Pedro para lamentarse de su ausencia. A continuación imagina las alegrías con las que rodeará a su amigo cuando vuelvan a verse y cómo cantará su retorno (de ahí las menciones a Baco, al caballo Pegaso y al cantor Apolo, dioses mitológicos). En la siguiente estrofa, la tercera, hay un elogio del linaje del amigo, pero esto no vale nada comparado con las virtudes humanas que también ostenta: /y juntas en tu pecho/ una suma de bienes peregrinos/.
Desde aquí y hasta la penúltima estrofa, fray Luis adquiere un claro tono épico mezclado con tintes de destrucción y muerte: /nubes, lluvias, horrores, trueno y fuego/. Relata el heroísmo del hermano Alfonso: /alzó nueva bandera / mostró bien claramente / de valor no vencible lo excelente/. Y, al final, fray Luis cierra el poema diciéndole a don Pedro: /abraza el ocio santo/ que muchos son mejores/ los frutos de la paz y muy mayores/.
A partir de la confrontación de los dos hermanos, uno dedicado a la Iglesia y otro a la guerra, fray Luis se convierte en este poema en verdadero mensajero de la paz. Por ello, en su conjunto, más que la exaltación de un motivo nacional o el elogio del heroico hermano, el tema, en mi opinión y en la de Acereda, encierra claramente el enfrentamiento entre las armas y las letras, lo militar y lo contemplativo. El episodio histórico y la participación del hermano son una simple excusa para elevar el tema a una categoría universal y dotar a la última estrofa de verdadera modernidad. Como sabio y como humanista que fue, fray Luis prefiere el «ocio santo», y ése es su gran mensaje a Portocarrero. Hay también en este poema todo un juego de contraposiciones: presencia-ausencia del amigo, paz-guerra, amigo-enemigo, etc. En este poema fray Luis no emplea la lira sino una estrofa de seis versos constituidos por heptasílabos y endecasílabos con esquema repetido en todo el poema.
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El agustino fray Luis de León, nacido en 1527 en Belmonte (Cuenca), es el autor de esta oda. Desechamos Granada, como lugar de nacimiento, aunque fuera una ciudad muy vinculada a la familia: aquí murieron y fueron enterrados sus padres en el monasterio de san Jerónimo, aunque yo no he encontrado ninguna señal del sitio; él aparece en un registro de la biblioteca de la Universidad de Salamanca como natural de Granada. Su padre era abogado, oidor (especie de procurador) de la Chancillería de Granada, y su hermano, gobernador de la fortaleza de la Alhambra. Sus antepasados paternos eran judíos conversos. En 1541, se marcha a Salamanca a estudiar con los agustinos la carrera eclesiástica. Al parecer vuelve a Granada para acompañar a don Pedro en 1569. También consta que volvió sobre 1580 por la muerte de su madre, aunque diversos asuntos hicieron que llegara seis meses más tarde.
Otro episodio de esta guerra nos lo cuentan las eruditas palabras de César Girón. En 1569, el guadijeño Lope de Figueroa, con la sublevación de los moriscos de Granada, solicitó el mando de un tercio levado en Granada, que tomaría este nombre y posteriormente, el de Tercio de la Liga. En enero de 1570, se hallaba en Galera, donde se libró una de las más encarnizadas batallas de la guerra de las Alpujarras, en cuyo asalto fue herido. Al mes siguiente, en Serón, tratando de reorganizar las tropas, recibió un arcabuzazo en la pierna que le hizo cojear el resto de su vida –en este enfrentamiento también resultó herido, salvando milagrosamente la vida, don Juan de Austria–. Pese al contratiempo, el Tercio de Figueroa tomaría Tíjola en marzo y en agosto presidiaba Andarax con sus doce banderas, por lo que poco después don Lope sería nombrado jefe de los presidios de la costa de Granada, con la misión de capturar y evitar la huida de los moriscos al norte de África.
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Leemos a Rodríguez Aguilera que se dio otra gran batalla en el fuerte de Tablate, entrada natural a la Alpujarra; la impresión que da esta guerra es la de capitanes valientes junto a otros huidizos y cobardes, la de dispersión y falta de soldados. Tuvo que venir don Juan de Austria para rematar el asunto.
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