Granada, tierra de talentos

Puerta Real ·

En el aniversario de dos músicos universales, Carlos Cano y Enrique Morente

Jueves, 31 de diciembre 2020, 00:28

C uando preparaba mi columna sobre Cano y Morente, me entero de la muerte de otro prestigioso paisano, Gregorio Salvador Caja, catedrático de Gramática Histórica ... de la Universidad de Granada, y de la Complutense de Madrid, y miembro, desde 1987, de la Real Academia Española. Autor, entre otras muchas obras, en colaboración con Manuel Alvar, del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía. Gregorio Salvador era un intelectual reconocido internacionalmente, y, sobre todo, un hombre sencillo, afable y bueno. Mi recuerdo emocionado para él.

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Granada, cuna de artistas, recuerda estos días el aniversario de la muerte de Carlos Cano y Enrique Morente. Hace 20 años murió Cano (1946-2000), quien convirtió los cantos tradicionales andaluces en melodías universales. Enrique Morente (1942-2010), grande entre los grandes, nos abandonó hace diez años. En 1972, en el homenaje de la Unesco a García Lorca, en París, se conocieron ambos y, desde entonces, se sintieron hermanados.

Como personas, eran nobles y sencillos; y, como granadinos, tenían un humor seco, socarrón, y cargado de ironía. Nunca dudaron en prestar su voz para causas justas. Eruditos del arte, creaban canciones, y dominaban músicas diversas: en el caso de Cano, conocía la copla, el trovo, el tango, el fado o las murgas de carnaval; Morente, amaba el flamenco, pero también el rock o el jazz. Políglotas de la música, conocían todos sus lenguajes.

Los dos tenían un sueño: hacer algo grande, y lo hicieron, triunfando, sin avales. Ninguno procedía del mundo del cante, y es, ahí, al ritmo de una guitarra, como inmortalizaron su vida y su obra. Ambos venían del curro: Morente vendía pan, con un saco al hombro, desde los siete años; Cano, en plena juventud, emigró a Suiza y Alemania. Su gran secreto: aprender siempre, sentirse discípulos permanentes de los hombres y, sobre todo, de la vida.

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Ambos eran íntegros, comprometidos con su pueblo, valientes, y muy humanos. Adoraban a su tierra y, a pesar de su fama, nunca pensaron abandonarla. Se pateaban la ciudad, hablaban con la gente, y de ella aprendían y de ella cantaban. Siempre defendieron a los débiles, se rebelaban contra la injusticia y se dolían del sufrimiento ajeno, al que cantaban hasta emocionar y emocionarse. Así, Morente puso letra al 'Claro de luna', de Beethoven, donde afirma, refiriéndose a las guerras, que tanto detestaba: «Oiga, no disparen, los niños son inocentes». O Cano cuando afirmaba en la 'Murga de los currelantes': «Manuel, con el cacique qué vas a hacer…». Así eran ellos, auténticos, verdaderos y luchadores por la libertad y por la dignidad de los suyos.

Hace veinte años que nos dejaron, en el caso de Cano, y diez, en Morente, y sus figuras se agigantan con el tiempo: cada día se oyen sus cantos con mayor emoción. Ambos, partiendo de los cánones, supieron recrear en libertad, y, uno y otro, hicieron más grande la copla y el cante flamenco. ¡Sus obras son irrepetibles!

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