El 22 de diciembre debería declararse en España como el Día contra la Gordofobia: todo el mundo quiere que le toque el Gordo. Lo sé, ... lo sé, es un chiste malo y manido, pero con la manía que esta sociedad le tiene a los gordos… ¿Se acuerdan de la que le cayó al Kichi, el alcalde de Cádiz, cuando se le vinieron encima unos kilos de más? No hay Rubens o Botero que nos reconcilie con la obesidad. Ni la Orquesta Mondragón lo consiguió, a pesar de que Javier Gurruchaga se desgañitaba con aquello de «¡Qué hermosura de gordura, abandonen las dietas, engordar para gozar, gozar para engordar!» en su intro al clásico 'Ellos las prefieren gordas'.
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Lo mejor del Gordo de ayer es que, además, era feo. Al menos, así lo consideraron decenas de expertos en esa ciencia abstrusa llamada La Belleza de los Números. O su fealdad, claro. ¿Cómo iba a ser bonico un número que empezaba y terminaba en 0? ¡Pues triunfó como Los Chichos, para desesperación de quienes lo tuvieron a su alcance y lo despacharon con displicencia por poco agraciado y menos prometedor! Y es que las apariencias engañan, como bien nos ha enseñado la sabiduría popular…
Una tercera característica del 05490: estuvo muy repartido. Para quienes escribimos en prensa, es esencial que el Gordo de Navidad sea expansivo y transversal: viene a reforzar una frase hecha de uso común en columnistas perezosos cuando el tiempo apremia y no tenemos muchas ideas. Cuando se trata de llenar la página en blanco lo más rápida y asépticamente posible, es un recurso muy socorrido. «La anotación de los jugadores estuvo muy repartida, como el Gordo de la Lotería de Navidad». O los Goya de turno. O las estrellas Michelin.
El caso es que yo les quería hablar de los niños del Colegio de San Ildefonso que ayer nos emocionaron con ese «Te quiero» de Alonso a Ángel y el posterior «¡Se pudo! ¡Se pudo!». No sé si todo esto está guionizado, como las chicas del año pasado, pero a mí me encantan. Ojalá muchos más ciudadanos españoles como estos niños, dichosos y sonrientes, en vez de tanto mostrenco avinagrado, envilecido y malencarado.
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PD.- Estoy indignado con que el 98988 no haya sido ni siquiera 'apedreado'. ¡Mira que era feo! Y de mal agüero, que lo compramos este verano en Almería porque representaba, por duplicado, a la pesimista generación del 98. Así no salimos de pobres…
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