El enfoque de los conceptos de salud y enfermedad han variado notablemente con el paso de los siglos. Por ejemplo, no es lo mismo decir « ... Le dio un jamacuco y la ha doblado» –típico diagnóstico de antaño que se pierde en lo genérico–, que ser más precisos en el dossier médico y diagnosticar con pelos y señales como se hace hoy día. Y aquí paz y después gloria, aunque conviene aclarar que en materia de salud la gloria es siempre para el que se queda en este mundo, porque es difícil pedirse una de 'champis' en un bar si no tienes memoria de cuándo fue la última vez que respiraste.
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No 'semos' más que lo que comemos, y si melones comemos, melones 'semos', afirmaba el entrañable galeno que me atendió durante años y que casi se vuelve loco buscando un remedio que aliviara mi «excesiva percepción de la vida», dolencia que según él era mi principal enfermedad, incurable a todas luces.
En la actualidad se lleva mucho el 'vintage' médico, el enfoque curativo mediante las hierbas y el poder intrínseco de la persona para curarse. En definitiva, vuelve Hipócrates más optimista que nunca. Y hablando del padre de la medicina, decir que siempre fue representado como un médico rural digno y amable, exactamente las mismas características que luce José María, el profesional entrevistado por este periódico que se ha reincorporado a su actividad pese a estar jubilado. La falta de facultativos debido a la pandemia tiene la culpa.
El destino diario de José María es Charches, pequeño pueblo a cien kilómetros de su hogar en La Zubia. Total, ida y vuelta, doscientos kilómetros. Sinceramente, no me imagino a Hipócrates perpetrando semejante hazaña, porque una cosa es ser considerado el mejor médico de todos los tiempos y otra, levantarse a las seis de la mañana para abrir una consulta lejos de Atenas, concretamente en Charches. Pero José María no es una excepción. El colectivo de médicos de esta ciudad (retire cuidadosamente los 'garbanzos negros' que eligieron mal esa profesión) desprende un estimable halo de protección hacia sus pacientes.
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Si no, que se lo pregunten a esos ancianos que visitan al facultativo solo para que les dé una palmada en la espalda y echar un ratico de charla, que estar malo es lo de menos. Algunos médicos resultan más necesarios que las medicinas, y todo hay que decirlo, tampoco ellos pueden vivir saludablemente sin sus pacientes.
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