De Buenas Letras

Mohammed Bennis, poeta del vacío

Francisco Morales Lomas

Miércoles, 3 de abril 2024, 23:36

Muy poco se conoce de la poesía marroquí actual escrita en árabe y francés. Las escasas traducciones impiden adentrarnos con fluidez en una lírica de ... gran alcance. En un encuentro reciente de poetas españoles y marroquíes en Rabat he tenido oportunidad de hablar de varios de ellos. Uno de los más importantes en la actualidad es Mohammed Bennis, profesor de literatura árabe en la universidad y cofundador de la Casa de la Poesía de Marruecos, con obras traducidas al español como 'Un río entre dos funerales' (2000), 'Vino' (2003) y 'El don del vacío' (2006).

Publicidad

Sobre esta última me gustaría hacer unas breves reflexiones de aproximación. ¿Por qué el don del vacío, cuando el gran poeta español Claudio Rodríguez proclamaba el don de la ebriedad? Se cree que el ente es cuerpo y todo cuerpo está en un lugar y el vacío es el lugar en el que no hay ningún cuerpo. Un término que daría lugar al cero, adoptado por los árabes en el siglo VII, que lo llamaron 'sifr', lo que significa 'vacío' o 'nada'. Un concepto que para Aristóteles en su 'Física' no tendría existencia real. Para Bennis sí que existe. En esta obra concentra la razón de ser de la existencia, con sus arrebatos de luces y sombras, de vacíos y silencios, mientras quizá la calma interior se apodera del todo, y se posponen por siempre «las murmuraciones del corazón» y la ceguera vital despierta finalmente para recobrar «el tintineo de los tiempos y en lo invisible se multiplica». Desde el poema inicial, celebra la ceremonia de la luz y se adentra en la violencia del desgarro, en el paroxismo del dolor… en un silencio que «se afirma/ entre/ las grie/ tas de la muerte». Es como penetrar en un camino oscuro de dudas, con una perspectiva que culmina en las sombras que celebran el silencio y acaba en la muerte. Una muerte definida como «vacío soberano», una amenaza, un peligro para la pasión vital. En un itinerario que lleva de una oscuridad a otra, y en la que cada ser busca a su hermano en el silencio, con la sobriedad del encuentro, con la ebriedad de lo esperado. Y en el camino, la embriaguez de lo vivido, un encuentro que se ha visto en los sueños y se dispersa alegóricamente en la luz. Una navegación dolorida en la que el yo poético trata de reencontrarse con su cuerpo en un juego de purezas/impurezas que conforman el deseo de todo lo vivido.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad