El teorema del carrito nos cuenta que podemos determinar nuestro comportamiento cívico y cumplimento de las normas no escritas que sostienen el bienestar social en ... base a si devolvemos o no el carro de la compra a su lugar tras terminar. Devolverlo es una acción objetivamente correcta, el ejemplo máximo de que un individuo puede hacer lo correcto en beneficio de la sociedad respetando unas normas cívicas sin que nada ni nadie le obligue, sin situaciones externas de emergencia y partiendo de que no dejar el carrito en su lugar no es un acto ilegal. No hay malas consecuencias si no se coloca en su lugar, ni premio ni castigo, pero hacerlo determina altruismo y solidaridad espontánea en estado puro. En términos prácticos es un detector de buenos o malos miembros de la sociedad, hacer lo correcto sin esperar nada a cambio.
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Así pues, hay determinados comportamientos que hemos adoptado así como roles en sociedad según el contexto cultural, la crianza y la normalización de actos cívicos, ¿pero elegimos nuestro rol en sociedad? ¿Condiciona alguien esa elección?
Decía el fotógrafo Martín Parr que «la realidad es un delirio colectivo». Y tenía razón. Es un constructo social. No existe en la naturaleza, se ha creado por el ser humano, y lo hace constantemente. La realidad social es diferente para cada generación. La sociedad tiende a juzgar a la primera, es un lienzo en blanco al que le es más sencillo opinar según lo que opinan los demás sin tener en cuenta la manera en la que lo hacen. Todo está relacionado con la creencia de lo que les han dicho a los demás lo que deben creer. Porque alguien tendrá que hablar, dirigir, marcar límites y decidir, ¿no? Necesitamos líderes y para ello, debe haber gente convencida de lo que dice. Creer firmemente en sus palabras refutando con hechos.
El estigma surge cuando algunos oradores han cambiado su discurso por uno cargado de odio, moldeando la sociedad a su gusto. Hay que ser valiente, sobre todo cuando se trata de comprender la realidad que nos rodea y establecer límites con estos discursos pero para ello se necesita conocimiento. Y aquí se pondrá de nuevo al individuo a examen. Cuestionar la realidad implica esfuerzo, romper paradigmas. Puede que haya malas consecuencias, como dejar de tratar con ciertas personas cercanas. En ocasiones descubrir la realidad no conlleva premio y sí castigo, pero hacerlo determinará altruismo y solidaridad.
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Según el sociólogo Peter L. Berger, la 'realidad' se entiende como una serie de fenómenos externos a los sujetos (que no pueden controlar su existencia en el mundo) y el 'conocimiento' es la información de las características de esos fenómenos. Realidad y conocimiento se encuentran íntimamente relacionados a partir del proceso en que el 'cuerpo de conocimiento' sobre un fenómeno determinado queda establecido socialmente como realidad. En otras palabras, el conocimiento nos hará libres, libres de prejuicios.
Una cosa es tener un acto incívico puntual y otra bien distinta es ser inducido a una ideología y con ello comenzar ha realizar actos incívicos y deshumanizadores. Se empieza con discursos de odio, intentando modificar las leyes para coartar derechos y con ello normalizar insultos y agresiones a alguien por tener otra ideología u orientación/ aspecto. ¿Qué mundo queremos? ¿En qué sociedad te gustaría vivir? ¿Sabrías librarte de los roles impuestos?
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Si la realidad es un delirio colectivo, debemos procurar generar un espacio de comunicación, de cuidado mental, de crítica y búsqueda de la realidad acordé a valores como el respeto, la igualdad y el amor.
Si la mayoría somos capaces de respetar el orden correcto sin esperar nada a cambio, no hagamos que unos pocos echen abajo este sistema de relación llamado sociedad dando odio y esperando reconocimiento como pago. ¿Por qué no comprender religiones, culturas, identidades y diversidad de pensamiento? Los derechos humanos son parte de este delirio, basados en pilares como el respeto mutuo y la concienciación. Se empieza por dejar el carrito en su lugar, (aunque se entiende que haya días difíciles) por hablar, escuchar, debatir, dejar opinión, cargarse de valores y exponer lo que se piensa. Sin miedo. Quizá así, contagiemos a alguien del delirio de ser una mejor sociedad.
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