El sanchismo: el principio del final

Francisco Cano Bueso

Martes, 17 de junio 2025, 00:09

Tras la publicación del demoledor informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO), la debacle cunde en el PSOE en tanto que ... la mayoría de los ciudadanos asistimos estupefactos al relato de una serie de acontecimientos presuntamente delictivos en un contexto de latrocinio, perfectamente planificado, macarrismo y obscenidad.

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Desde 2014, cuando se inicia esta serie de acontecimientos, ha sucedido de todo: un pucherazo en las primarias del partido socialista para que Sánchez alcanzara la secretaría general; una moción de censura contra Mariano Rajoy tras la sentencia del caso Gürtel en la que Sánchez lanzó una serie de promesas que posteriormente incumpliría en su totalidad y la conformación de un gobierno Frankenstein.

Cuando se revisa la hemeroteca y la videoteca de estos últimos 11 años una gran parte de la ciudadanía siente una mezcla de vergüenza, rabia y sonrojo ya que aquel que vino a combatir la corrupción, regenerar la vida pública y acabar con las cloacas del Estado, él y sus adláteres han acabado inmersos en la mayor trama de corrupción vivida en España en la época democrática.

Sánchez llega al poder con el apoyo de aquellos con los que –según dijo– «nunca gobernaría».

Las nuevas cortes abren la puerta a toda una riada de personas, muchas de ellas sin la necesaria preparación intelectual y con una raquítica moralidad o sentido ético que les orienta hacia la perversión, la codicia y el lucro, pero con la inexcusable exigencia de ser un militante fiel. Ello explica en gran medida el bajo nivel de los debates parlamentarios y la permanente tendencia a falsear la realidad, mintiendo descaradamente y elaborando falsos relatos que justificaran su modus operandi.

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Los partidos que apoyan a Sánchez rápidamente se percatan en primer lugar de que el presidente está dispuesto a mantenerse en el poder a cualquier precio; y en segundo lugar, de que de su precariedad parlamentaria nace su vulnerabilidad y dependencia del apoyo de una serie de partidos de ideología variopinta pero advierten claramente la oportunidad de conseguir fácilmente sus objetivos partidarios. Así pues, Sánchez se alía con comunistas, ultraizquierda –otrora antisistema–, separatistas de derecha e izquierda, nacionalistas vascos, bilduetarras….

El plan para conseguir esos objetivos contempla:

1) En el partido. La modificación de los estatutos que anulen los contrapesos a la acción del secretario general con la merma de la democracia interna que hasta el momento existía.

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Rodearse de colaboradores «idóneos», es decir, fieles.

2) En el Gobierno. Se crean tantos ministerios como sea necesario para contentar a aquellos partidos que se lo exigen a cambio de su apoyo.

3) En el ámbito institucional: la colonización progresiva de las instituciones situando, eso sí, a militantes fieles (única condición exigible). Ello le posibilita la colocación en niveles institucionales más bajos de multitud de paniaguados, activistas y hasta prostitutas practicando un nepotismo sin límites y la generación de una enorme red clientelar. Valga como ejemplos el CIS, Correos, Renfe….

4) El control y degradación progresiva de los poderes del Estado. Se legisla prolíficamente por decreto. Se evita al máximo el control parlamentario y los dictámenes de los grandes consejos institucionales. Sánchez llega a decir «gobernaremos con o sin el Parlamento». Comienzan a producirse leyes que no son más que el pago al cohecho al que el gobierno está necesariamente sometido: el indulto multitudinario a personajes que no se arrepienten y están dispuestos a repetir el delito. La ley de amnistía que en opinión de muchos expertos es claramente inconstitucional. La ley del «si es si» que provoca la excarcelación de más de un centenar de agresores sexuales. La transferencia de competencias en materia penitenciaria al PNV que excarcela a un numeroso grupo de presos etarras. Las concesiones económicas a la Generalidad catalana (financiación singular) que acrecienta la desigualdad entre españoles

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El continuo ataque a jueces y magistrados, reacción que se produce una vez que se investiga a la esposa del presidente; se procesa al hermano del presidente y al fiscal general del Estado (caso insólito en la democracia española) o se conoce «sotto voce» la trama de corrupción que ya afecta a un ministro, altos cargos de la Administración, al secretario de organización del PSOE y una vez publicado el informe de la UCO de nuevo al secretario de organización del PSOE y cuyas ramificaciones y otros efectos están por conocer.

La ciudadanía profundamente descontenta por el alto coste de la vida; la nefasta política de la vivienda y harta de soportar okupas; el paro; la errática y oscura política exterior; la enorme subida de impuestos; la merma de servicios esenciales como la sanidad, la educación o los servicios sociales; la inmigración descontrolada y el despilfarro económico con una deuda pública ingente, se encuentra en este momento estupefacta y perpleja tras conocer los entresijos de la trama de corrupción descubierta tras la investigación de la Guardia Civil.

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La explicación dada por el presidente en la sede del partido, cargada de victimismo y con una actitud lacrimógena no convence a nadie, ya que argumenta que sus responsabilidades son: actuar políticamente contra los corruptos (se entiende). Colaborar con la Justicia (bueno estaría que no lo hiciera). Pedir perdón y ordenar una auditoría externa de las cuentas del partido (que carece de valor ya que en el supuesto caso de que hubiese dinero negro, éste no se contabilizará).

Donde deja el presidente las responsabilidades «in eligendo» e «in vigilando», pues si no conocía la corrupción que le rodeaba, malo; pero si la conocía y no actuó, peor. Su dimisión y convocatoria de elecciones generales son inaplazables.

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