La osadía de Pedro Sánchez es algo ignoto en la etapa democrática española. Desde que llegara al poder en junio de 2018, tras presentar el ... grupo parlamentario socialista una apresurada moción de censura contra Mariano Rajoy, aprovechando la publicación de la sentencia del caso Gürtel, su único objetivo ha sido permanecer en el poder al coste que sea. Desde el comienzo, la mendacidad y la incoherencia al incumplir reiteradamente todas las promesas electorales han sido su pauta de comportamiento.
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España se ha ido adentrando así en un periodo de incertidumbre política y pronto la desconfianza creciente de los ciudadanos se ha ido haciendo más patente en la medida que van comprobando que las mentiras y los incumplimientos electorales se reiteran con un descaro indigno.
Es difícilmente reconocible la socialdemocracia que ha imperado durante décadas para ir siendo sustituida por lo que algunos llaman nueva política –como si la política se hubiera inventado ayer–, basada en una estrategia de ideologización lenta, progresiva e incesante que, como el martirio chino o la lluvia fina, va consiguiendo permear amplios sectores de la sociedad y que les conduce al sectarismo y a la aceptación consecuente de cualquier propuesta aunque sea absurda, ilógica, extravagante y, en algún caso, presuntamente ilegal.
Si a ello le añadimos el enorme colectivo de componen ministros, secretarios, subsecretarios, asesores, fundaciones afines, ONG, grandes colectivos de subsidiados y medios afines (que por algo lo son), se cierra un círculo que lenta pero incansablemente ha ido sustituyendo la socialdemocracia como gran partido de Estado por el socialcomunismo, es decir, el sanchismo.
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Ahora resulta que los hechos acaecidos en Cataluña el 1-O (antes rebelión y golpe de Estado) fueron tratados erróneamente mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución; error que fue apoyado libremente por el PSOE porque el partido gobernante no necesitaba ese apoyo. Bien, ahora ya no es un golpe de Estado, sino un conflicto político, pero no explican por qué lo apoyaron.
En qué país verdaderamente democrático el gobierno, en pleno proceso de investidura del candidato que ha ganado las elecciones, envía a una vicepresidenta a negociar con el prófugo de la Justicia que huyó de España en el maletero del coche y lleva cinco años huido. ¿No dijo el presidente que se comprometía a traerlo a España para que respondiera ante la Justicia? ¿Qué ha ocurrido? Pues, como todo el mundo sabe, necesita los votos del fugado porque al perder las elecciones el 23J no ha conseguido en las urnas los votos necesarios para ser investido en caso de que el candidato propuesto por el Rey no lo consiga.
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Las condiciones de Puigdemont, consciente de su poder coyuntural, son: amnistía; referéndum de investidura; todas las lenguas españolas se deben usar en el Congreso, con priorización del catalán en Europa; recaudación de todos los impuestos; gestión de la Seguridad Social catalana; pago de una supuesta deuda histórica y condonación de otra cantidad, en total 450.000 millones de euros.
El presidente empieza ahora con los eufemismos, pues cuando hace lo contrario de lo que prometió ya no es mentir, se llaman CAMBIOS DE OPINIÓN que van dirigidos a esos que se lo tragan todo. Así:
Amnistía = desjudicialización; Referéndum de autodeterminación = consulta.
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Las lenguas españolas se han comenzado a utilizar, para complacencia de separatistas, catalanes y vascos especialmente, antes de la modificación del Reglamento de la Cámara.
Los asuntos económicos están en estudio, pero se acabarán concediendo al albur de cómo vayan las negociaciones y se justificarán como «medidas para mejorar las condiciones de vida de los catalanes».
En espera están los vascos, algo mosqueados porque le han dado primacía en Europa al catalán y no al euskera. Y no debemos olvidar que los vascos, que son los españoles más privilegiados, son insaciables y ya se han manifestado al respecto Ortúzar y Urkullu.
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España camina de este modo hacia una perversión autocrática del régimen que a la vista de la satisfacción que genera entre comunistas, separatistas y bilduetarras, cada vez se aproxima más al chavismo, ante una ciudadanía pendiente de la carestía de la cesta de la compra, la subida incesante de carburantes, la búsqueda de trabajo para poder seguir pagando las hipotecas en medio de constantes cortinas de humo que, intencionadamente lanzadas por los medios afines, anestesian a una sociedad que, si no reacciona pronto, entrará en un proceso degradante y decadente.
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