Si tuviera que destacar entre el crecido número de autores que han estudiado los orígenes y el posterior desarrollo del flamenco, lo haría sin duda ... a favor de Félix Grande, escritor, poeta y flamencólogo extremeño, que recibió –a lo largo de su brillante carrera literaria– numerosos premios y reconocimientos por su dilatada obra como autor, catedrático de Flamencología y Estudios Folklóricos, guitarrista, narrador y ensayista consolidado y fecundo.
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Una prueba fehaciente de cuanto se afirma de él fue la publicación, en 2001, por la prestigiosa Editorial Galaxia Gutenberg, S.A., de una espléndida y rigurosa obra titulada 'Memoria del flamenco', que nuestro autor parceló en 30 capítulos diferenciados, si bien se entremezclan ágilmente por medio de un recíproco intercambio de ideas afines. Y de registros imaginativos. Y de teóricos esclarecimientos. Todo el texto participa finalmente de una misma exigencia conceptual y secunda lo que podría denominarse una nueva poética del flamenco, para tratar de aclarar, en lo posible, ese enigma y esa libérrima demarcación de la cultura gitano-andaluza.
El contenido de esta lograda obra, escrita con sorprendente sencillez, extraordinaria belleza y calculada objetividad documental, nos ofrece una completa panorámica histórico-artística del flamenco, desde Las raíces y prehistoria del cante hasta la descripción pormenorizada de la historia y de las vicisitudes más recientes del cante grande:
-La conflictividad social de Andalucía durante el siglo XIX, un período en el que el flamenco despliega –orgulloso de sus orígenes– el multicolor y prodigioso abanico de sus estructuras formales.
-La peripecia histórica del pueblo gitano, con sus luces y sus sombras y su pesada cruz a cuestas.
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-El análisis ponderado, objetivo y crítico de los cafés-cantantes y de la 'ópera flamenca', calificada sin disimulo por Félix Grande de «asociación verbal insolente».
-La importancia y transcendencia que, en esta misma línea reivindicativa, tuvo la celebración en Granada, en 1922, del Concurso de Cante Jondo, organizado por Manuel de Falla y Federico García Lorca, a quienes nuestro autor reconoce y destaca el importante papel que desempeñaron en su tiempo para devolver al flamenco la categoría y el prestigio que había perdido en el siglo XIX como expresión y cauce de un auténtico arte.
Félix Grande analiza y destaca en su libro –que ya es una referencia clásica en la amplia bibliografía sobre el flamenco– la alta significación que para el cante gitano-andaluz han supuesto Camarón de la Isla y Paco de Lucía. El primero, como cantaor de casta, arte y genio desbordante, que ha devuelto al flamenco contemporáneo sus identidades más puras, ancestrales y estremecedoras; el segundo, como guitarrista genial –único en su género– una especie de «memoria antigua que no se duerme nunca».
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Su técnica tumultuosa –en la consideración de Félix Grande– no es solamente el resultado de muchas horas de digitación, sino también y sobre todo la herencia de una época en que un niño (el Niño de la Portuguesa) miró su alrededor, vio su casa, su barrio, su familia, su realidad, apretó las mandíbulas y agarrando con fuerza la guitarra dijo: «Yo tengo que crecer». ¡Y vaya que si creció hasta convertirse en el creador más personal, virtuoso, apasionado y vibrante de la interpretación musical dentro y fuera de nuestras fronteras.
Es, pues, la obra de Félix Grande un incontenible y conmovedor homenaje a los creadores de un arte multisecular que ha traspasado, con orgullo, la frontera del espacio y el tiempo; que nació en los abismos sin fondo de la pobreza y del estrago y que ha acabado siendo, para gozo y admiración de las generaciones, un lenguaje estremecido y sonoro, a la vez turbulento y sublime, que se ha adueñado –con todo derecho– «de la profunda belleza de la fatalidad». No en balde, la propia Unesco lo ha reconocido recientemente al declararlo –con todo derecho– Patrimonio Cultural de la Humanidad.
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Refiriéndose a Granada, Félix Grande alude en su obra a la importancia y transcendencia que tuvo en su día la celebración, en nuestra ciudad, del Concurso de Cante Jondo. «…Mucho más hondo que el corazón que lo crea y la voz que lo canta, porque es infinito. Viene de razas lejanas, atravesando el cementerio de los años y las frondas de los vientos marchitos. Viene del primer llanto y del primer beso» (F. García Lorca, 1922).
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