Las fiestas patronales en pueblos y ciudades
Encontrarse con amigos de la infancia, cincuenta años después, y comprobar que la amistad sigue intacta, es algo increíble, maravilloso, sublime
No sé si habrá verdad o mentira, en eso que dicen, que éste será el último verano feliz, porque se nos avecina una crisis duradera ... y de grandes dimensiones. No voy a entrar en ello, pues, con lo que llevamos sufrido en los últimos años, ya no nos extraña nada. Tampoco voy a dirimir sobre las causas de la felicidad, cuando sabemos que mayoritariamente está más en nuestro interior. Pero, de lo que parece, que no hay duda, es de que este verano 2022, lo podríamos calificar como aceptable, en algunos aspectos; no en otros, como el paro, que ha crecido altamente. Lo más destacado, han sido las vacaciones, el turismo y algo tan importante como son las fiestas patronales. Descansar, relajarse, bajar la tensión mental y sustituirla por la acción lúdica o la emoción espiritual, en estos tiempos tan tirantes, es completamente necesario.
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Efectivamente, tras dos años sin celebrarse, debido a la covid, este verano que jóvenes y mayores soñaban con la llegada de las fiestas de su pueblo o ciudad, han quedado holgadamente satisfechos, porque se han celebrado todas y con bastante éxito. Estas son algunas de ellas: Almería, Almuñécar, Adra, Linares, Deifontes, Carboneras, Dílar, Guadix, Montefrío, Motril, Noalejo, Berja, Pinos Genil... También hemos de reconocer la importancia que la música, en directo, adquiere durante el verano. Como lenguaje singular, común y universal que es, posee la gran ventaja de asemejarlo y reconciliarlo todo. Pero, aparte de los grandes conciertos al aire libre, actuaciones musicales en diversas ciudades, veladas turística en las playas, etc., las fiestas patronales se han llevado la palma.
Las fiestas patronales, no solo, no excluyen a la música, sino que la multiplican. Por un lado, recurren a una o varias bandas musicales para acompañar a las procesiones, y, por otro, cuentan con los cantantes o grupos, que actúan en cualquier otro espacio. Lo mismo ocurre con el resto de actos y recursos cívicos y festivos, organizados por ayuntamientos, asociaciones o particulares, etc. Es decir, que las fiestas populares no restan nada a los programas de festejos cívicos y civilizados, pero sí suman mucho y muy importante: muestras de fe, en un mundo incrédulo; acciones de afecto, en un mundo individualista; fervor y espiritualidad, en un mundo materialista; esperanza e ilusión para un mundo desesperado y desbocado; ejemplar convivencia familiar, para los que quieren volver a la caverna prehistórica; gestos de sinceridad y verdad, para el mundo de la pos verdad y la mentira, etc.
Por todo ello, las fiestas patronales son otra cosa, bastante diferente. Resumiendo, constituyen un encuentro con el patrón o la patrona del lugar, acompañándolo durante la procesión y mostrándole su fe y su devoción. Vinculado con este gran encuentro, se produce otro segundo y destacado encuentro, otra intensa convivencia, entre familiares, amigos, compañeros, vecinos, paisanos y forasteros. Muchos de ellos emigrantes o descendientes de emigrantes, que, cargados de alegría y de ilusión por volver a su tierra y ver a sus gentes y parientes; comparten abrazos, besos, saludos, emociones y lágrimas, que llegan y llenan de cariño al corazón. Encontrarse con amigos de la infancia, cincuenta años después, y comprobar que la amistad sigue intacta, es algo increíble, maravilloso, sublime.
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Personalmente este verano he tenido suerte, he sido afortunado, me he contagiado de la magia de la devoción a la Virgen de Belén, patrona de mi pueblo, Noalejo (Jaén). Una llamada telefónica del señor alcalde, invitándome a dar el pregón de las fiestas, fue el origen de mi afirmación. Tuve dudas iniciales, pero pronto acepté. Nadie puede negarle a su pueblo, al lugar donde nació, vivió y se educó, una acción tan importante como esta. Como decía J. Balmes, las circunstancias cambian la lógica, y así ha sido. Hace bastantes años, como estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras, no compartía estas tradiciones; después simplemente las respetaba; recientemente comenzaron a gustarme, y, finalmente, la preparación del pregón, el inolvidable reencuentro con familiares, amigos y vecinos del pueblo, y la conmovedora contemplación de la Virgen, en la puerta de la iglesia, me han contagiado y unido a su devoción.
Hoy, que casi nada es lo que parece, invadidos por la confusión y el consumo; quizá más que nunca, resulta muy difícil distinguir entre el bien y el mal, entre lo real y lo falso, entre la verdad y las necias aseveraciones ideológicas de algunas señoras políticas y señores políticos diversos. Por ello, cuando con rigor, distinguimos lo esencial de lo accesorio, cuando descubrimos algo mayor, cuando somos capaces de desvelar la grandeza de Dios y del universo, cuando fomentamos amistad y fraternidad, cuando profundizamos y tratamos de elevarnos mirando el cielo, todo converge. Nuestras vidas se unen, nuestra mente se ilumina, la alegría, la paz y la plenitud, se apoderan de nosotros.
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