De buenas letras

Rosa María Nadal y 'la tertulia del Salón'

Fernando Villena

Miércoles, 16 de julio 2025, 23:00

Hacia 1998, algunos amigos escritores fundamos la que luego se llamaría 'la tertulia del Salón'. Éramos entonces solo cinco hombres llenos de ilusiones y ávidos ... por transformar el tejido cultural de la ciudad mediante numerosos proyectos e iniciativas. Nos reuníamos todos los miércoles y uno de ellos, Paco Gil Craviotto, se presentó con la poetisa Rosa María Nadal. Ella fue la primera mujer de nuestra tertulia y permaneció fiel a la misma hasta su disolución muchos años después. Rosa María Nadal sintió desde muy joven la llamada de las Letras y las Artes. Participó en las actividades del TEU y trató bastante a Martín Recuerda, a Pablo del Águila y a un sinfín de pintores en la interesante década de los sesenta. De casi todos estos últimos adquiría obra y su casa, imagino, debe de ser hoy un verdadero museo. Después, Rosa se casó y tuvo una hija, pero un accidente del marido la dejó viuda en plena juventud. Sin embargo, pocos años después, conoció al que sería su pareja definitiva: aquel poeta grandote y bonachón que se llamaba Miguel Ruiz del Castillo. Con él vivió Rosa sus tiempos más dichosos y a su muerte logró que el Ayuntamiento le pusiera su nombre a una íntima y céntrica placita, y que se dedicara a su memoria un pequeño y hermoso monumento.

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Rosa María Nadal escribió varios libros de poemas y solía acudir a casi todos los actos culturales de esta ciudad, al menos a aquellos en los que no se le vetaba la entrada a causa de su perro Peluchín. Al presente, sin embargo, apenas pisa la calle por las noches. La edad nos va poniendo a cada uno nuestras limitaciones, claro que a cambio nos deja los recuerdos de los días felices.

Aquella tertulia del Salón, de la que hoy faltan definitivamente algunos, acabó por partirse en otras cuatro o cinco, pues en cierto momento sus miembros éramos más de medio centenar y ya no teníamos acomodo en ningún sitio. Pero, a veces, Enrique Morón, Ángel Moyano, José Lupiáñez, Miguel Arnas y yo mismo evocamos la figura de nuestra amiga y ahora, en nombre de casi todos los que en aquellos momentos escribimos un hermoso y fundamental capítulo de la historia de la cultura granadina, le enviamos con toda nuestra gratitud un gran abrazo.

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