El sufrimiento familiar

Fernando Quirantes Alonso

Viernes, 18 de agosto 2023, 22:05

Te levantas y, mientras tomas el café, oyes las noticias cargadas de desastres originadas por la naturaleza o provocadas por el género humano. Y si ... eres una persona sensible al sufrimiento de los demás, también te sumerges en ese sufrimiento agregado por mimetismo.

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Son familias que han perdido la esperanza de ser felices, porque el egoísmo, que es el rey de todos los males, provoca la envidia, las guerras y la pobreza, que ahogan los valores de la espiritualidad, desembocando todo ello en el materialismo, que fabrica personas poderosas en economía, poderes y maldad. Son mentes retorcidas que alimentaron la idea del exterminio de los demás y hacen de este mundo un infierno.

La ausencia de cooperación, esfuerzo y sacrificio generan esposos desavenidos, jóvenes que han crecido con todas las comodidades y placeres inmediatos a su alcance, y niños que sin merecerlo sufren y son absorbidos por las reglas de unos cuantos que dirigen al mundo desarrollando la ingeniería social en su beneficio.

En medio de tanto sufrimiento la única pizca de esperanza es que llegue la oscura y tenebrosa noche, los evadan algunas horas de sus amarguras, mientras duermen, para otra vez al despertar, volver a empezar de nuevo su ciclo de odio, esperando cada minuto que un desenlace inminente acabe con sus vidas, como la mejor solución a sus problemas.

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Me embarga observar a niños con la mirada absorta y perdida, mirando sin ver, oyendo sin desear oír las palabras odiosas de sus padres y sufriendo las incongruencias de mutilaciones, vejaciones o la misma muerte de manos asesinas. No hay sufrimiento más profundo que la impotencia que siente un niño, cuando observa a sus padres que se intercambian agresiones corporales, mentales e incluso espirituales, sin comprender nada.

El egoísmo está transformando las reglas de la convivencia. La regla de la esperanza del amor era: «Hoy te quiero más que ayer y menos que mañana». Y la regla de la desesperanza del odio es: «Hoy es peor que ayer y mejor que mañana». La violencia es universal y sigue taladrando a la sociedad, mientras nosotros nos entretenemos en diseñar violencias de género, color, sexo, religión, etc.

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Las soluciones no sólo están en los gobiernos, promoviendo una educación integral y libre de ideología o en las asociaciones altruistas y sensibles (Cáritas, ACOES, Cruz Roja, etc..), sino en que cada persona sienta la necesidad de arreglar su mundo interior, asumiendo que la felicidad está más cerca de él, cuando descubre que, ayudando a los demás, se siente más feliz, antes que en buscar su propio beneficio.

La solución más antigua y válida para toda adversidad es la oración. Desde que el hombre tiene uso de razón sabe del inmenso poder que tiene la oración. El ejercicio de la oración no es selectivo de color, sexo, religión o de cualquier otra diferencia. A lo largo de la historia desde chamanes/brujos, con Platón y estudiando sus bondades en las Universidades como la de Harvard, siempre encontraron en la oración un apoyo para alcanzar la paz interior.

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Si cada uno de nosotros pensara e intentará cada día ser una pizca de mejor persona, el mundo cambiaría hacia la dirección adecuada y deseada.

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