La revolución del Neolítico, supuso un incremento inaudito de la energía que los primeros grupos humanos fueron capaces de generar en forma de alimentos. Y ... tuvo el efecto colateral de anclar esos grupos humanos a los territorios que lindaban con los grandes ríos: Tigris y Eufrates en Mesopotamia y el Nilo en Egipto. En efecto, una vez que sembraban, no podían abandonar el lugar y tenían que permanecer cerca del terreno sembrado a la espera de que creciera la cosecha. A ese proceso se le llama sedentarización y sobre la base de ese espectacular aporte de energía desde el extramuros circundante hacia el interior de las urbes que supone la agricultura, se ha llegado de los miles de habitantes de las primeras ciudades, hasta las megalópolis actuales de Tokio, Ciudad de México, Teherán o Shanghái que superan los 20 millones.
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La domesticación de animales y plantas, consistió básicamente en seleccionar los especímenes que presentaban la expresión máxima del rasgo deseado y cruzarlos una y otra vez con el objetivo de obtener en sucesivas generaciones razas que produjeran más huevos, más leche, más carne y cultivos de plantas más sabrosas, menos tóxicas y con más descendencia.
Nada o prácticamente nada de lo que comemos hoy es silvestre; prácticamente todos los alimentos que consumimos, son o bien cultivados o bien mantenidos en granjas, y son el producto de 12.000 años de mejora genética. La mayoría de esas variedades domésticas no hubieran existido nunca si no hubiera sido por la mano del hombre. Son de alguna manera organismos genéticamente modificados (OGM).
De entre los OGM, los alimentos transgénicos han supuesto desde hace 40 años una mejora realmente espectacular en la producción de alimentos. Están tan denostados por algunos grupos de presión como ignorancia tienen de lo que son.
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En países donde la base de la dieta es el arroz, que es un alimento nutricionalmente pobre, la incidencia de ceguera nocturna es muy alta con respecto a los países desarrollados. Esa ceguera nocturna que suele evolucionar hacia la ceguera total, sobre todo en niños, se debe a un déficit de vitamina A. El arroz dorado (transgénico) sintetiza vitamina A, por lo que su consumo ha supuesto una drástica disminución en la incidencia de esa enfermedad en los países en los que se ha incorporado a la dieta regular, fundamentalmente en países del sudeste asiático.
El salmon transgénico crece el doble que el salmón salvaje, con lo que su consumo aporta el doble de contenido proteico que el salmón salvaje. En países donde la ingesta proteica es baja puede ser una extraordinaria solución.
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Hay maíz transgénico que resiste plagas de insectos, lo que evita que las cosechas se puedan arruinar por dichas plagas. Tomates que resisten heladas, frutas con retraso en la maduración lo que permite tenerlas más tiempo en las cámaras frigoríficas evitando que se pierdan. Y no hay hasta la fecha, más de un billón de ingestas después, ni un solo caso demostrado de patología que se le pueda achacar a la ingesta de una variedad transgénica. Ni uno. Que tomen nota los «antitransgenistas».
Antes de los transgénicos, para tratar la diabetes se inyectaba insulina bovina a los pacientes diabéticos, y con buenos resultados. Pero era cara de obtener y daba algún problema de rechazo. La insulina que se administra hoy es insulina humana producida por bacterias (OGM), más eficaz, sin problemas de rechazo y mucho más barata de obtener. El progreso es innegable.
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En investigación básica hubiera sido imposible la cantidad de conocimientos acumulados que se han producido en las últimas décadas si no hubiera sido por la utilización de OGM. El cáncer, las enfermedades autoinmunes, las degenerativas, las infecciosas, las cardiovasculares...el estudio de todas se ha abordado y se aborda haciendo uso de OGM. Incluso el estudio de la infertilidad se ha abordado indirectamente con OGM. Tras una serie muy complicada de experimentos se han obtenido óvulos fecundables de la piel de la cola de un ratón macho. Y los han fecundado con sus propios espermatozoides. El embrión lo han implantado en el útero de una hembra a la que le ha administrado un pulso de hormonas que hacen posible la gestación. El resultado es prodigioso: ratones que tienen por padre y por madre al mismo individuo.
Acabo con otro hito: riñones de cerdo genéticamente modificados para 69 genes. Esas modificaciones están encaminadas a disminuir procesos inflamatorios y de rechazo inmunológico en el paciente trasplantado con ese riñón. Un mes después el paciente vive y se recupera ya en su domicilio. Parece como si nuestros únicos limites fueran los de nuestra imaginación.
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