La extinción de los manantiales
Tribuna ·
Son muchos los manantiales que están desapareciendo de nuestros paisajes, nombres de lugares que ya no existen y que han perdido todo significadoTodos los días sale el sol, y seguirá haciéndolo por mucho tiempo, mucho después de que el ser humano desaparezca sobre la tierra. Será entonces ... cuando nuestros paisajes, que ya no serán nuestros, recuperen su esplendor y con la fuerza de una bomba vuelvan a estallar de vida.
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No hace más de 80 años que nuestros abuelos iban en verano a pasar el día a las Madres del Rau, un lugar en donde 800 litros por segundo brotaban a raudales en forma de agua fresca cerca de Santa Fe. Allí se podía aliviar el calor veraniego y los niños jugaban cogiendo cangrejos, los que luego enseñaban a sus padres orgullosos. Como iban muchas familias, era un buen momento para relacionarse, para conversar, incluso para hacer nuevos amigos. Sin duda, era el mejor día de la semana y uno de los mejores del año. Hace apenas dos años, las últimas gotas de agua que aún se querían asomar a la superficie en medio de las alamedas, han sido enterradas por el terraplén de una nueva carretera. Visto desde ahora, es como si allí en este lugar nunca hubiese ocurrido nada maravilloso, todo se hubiera olvidado de pronto y para siempre.
Son muchos los manantiales que están desapareciendo de nuestros paisajes, nombres de lugares que simplemente ya no existen y que han perdido todo significado. Fuente de San Juan en Baza, La Alcanacia y Fuente Grande en Zújar, el Nacimiento de Charches y la Fuente del Rey en la zona de Guadix, los Ojos de Viana junto al Puente de los Vados, y en general la mayoría de los muchos 'ojos de mar' que existían en el corazón de la Vega de Granada, la Fuente Alta del Salar o la Fuente Alta de Huélago, y tantos otros…
Como aquí, en el sureste de la Península Ibérica apenas hay ríos permanentes, los pueblos y ciudades nacieron al amparo de estos manantiales, a los que se acudía para aprovisionar de agua el hogar. Los manantiales también surtían entonces a unos muy bien cuidados riegos tradicionales, pero además también tenían una función de uso público del conjunto de la comunidad. Eran lugares para el disfrute, destino de paseos, y sitios de celebración, y si no, que se lo pregunten a los vecinos de Deifontes.
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La desertificación del territorio avanza imparable y, más allá del fenómeno del cambio climático, ello se debe a la proliferación de pozos y sondeos en donde se sustrae el agua subterránea de los acuíferos que hay en nuestro subsuelo. Es una ecuación muy simple, se extrae el agua para beneficio de uno o unos pocos particulares, para perjuicio de toda la comunidad. La situación es todavía más penosa cuando comprobamos que muchas de estas captaciones de agua están en situación ilegal, sobre las que no se lleva a cabo control alguno, y en donde las superficies de riego superan exageradamente las inicialmente otorgadas.
Este camino no tiene retorno, y las medidas necesarias para conseguir un uso adecuado de las aguas subterráneas resultan ya urgentes. Es importante promulgar una ley que ampare y garantice la protección de los manantiales. Los hidrogeólogos, que nos dedicamos al estudio del funcionamiento de las aguas subterráneas, tenemos ya las herramientas técnicas y científicas para establecer cuáles serían las medidas necesarias en cada caso concreto, por lo que no hacer nada al respecto, resulta desde todo punto de vista inexplicable.
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Al desaparecer un manantial estamos sustituyendo un agua de excelente calidad para la bebida, por otra proveniente de pozos y sondeos, cuya salinidad duplica en términos generales la del agua del manantial. Es solo cuestión de tiempo que conozcamos cuales son las consecuencias que sobre nuestra salud tenga esta sustitución.
La desaparición de los manantiales desertifica el territorio y disminuye nuestra calidad de vida. En la Europa que hoy nos tutela este problema resulta quizás menos acuciante, debido a las condiciones más favorables, de menor aridez, que en general aparecen en el territorio europeo. Es por ello que países como España tienen la obligación de liderar la puesta en marcha urgente de medidas de protección de los manantiales.
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