Esteban de las Heras
Puerta Real

El verano del adiós

No es oportuno citar ahora a los clásicos que dijeron aquello de saber retirarse a tiempo, pero creo que voy a enrolarme en esa fila

Sábado, 28 de junio 2025, 22:41

No sé si esto es un adiós o un hasta luego. Llevo más de un mes sin aparecer en esta página debido a una inoportuna ... caída producida por un meningioma –que llevaba más de siete años ocupando el lugar donde se aloja el lenguaje– que me estampó contra el suelo. Cuando horas después desperté y me vi rodeado de la familia, creí que se disponían a entonar un canto funeral.

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Mi cabeza era un revoltillo extraño y las palabras se negaban a salir. Antes de pasar adelante, quiero aclarar que al otro lado, en el que desperté fugazmente durante las maniobras de reanimación, reina un rumor de estrellas mudas que enriquecía la vida o lo que aquello fuera.

Pero se me están yendo las cabras sin haber dado, como es debido y obligado, mi agradecimiento al equipo médico encabezado por el doctor Olivares, que me devolvió a este nuevo estado desde el que estoy escribiendo. Cuando mis nietos se enteraron del asunto, compraron bolis, lapiceros y rotuladores para facilitarme el trabajo de escribir porque tienen esa imagen del abuelo siempre con un libro o un cuaderno en la mano.

No era mi intención hablar de estas cuitas familiares, sino dar las gracias también a los muchos amigos que no han dejado de preguntar estos días por la evolución de mi salud. La verdad es que cada vez que amanece todo es diferente.

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Unos días me enfrento a la imagen de Esther Peña, la política socialista burgalesa que nació en Modúbar de la Emparedada, y otras madrugadas es el señor Sánchez quien se ocupa de este menester. No se pueden imaginar el susto que me llevé el día que apareció como si hubiera pasado por su rostro un tanatopractor que le dejó los carrillos como una carretera comarcal. Lo vi desmadejado y a punto estuve de llamar al bar Aliatar para que le llevaran a la Moncloa un bocata de anchoas con mayonesa. Pero el jefe estaba ese día tan furioso echando broncas a diestro y siniestro que no pude seguir el ritmo de su bronca. Sobre todo la dirigida a sus fieles.

Aquello me resbalaba. No sabía el buen hombre que, a causa de la caída, la parte izquierda de mi cuerpo se ha rebelado y no quiere responder a ningún movimiento que tenga que ver con la zurda. De hecho, y eso sí es grave, este verano no podré desplazarme a la Ribera del Duero para sentarme ante un buen cordero asado en horno de leña y beber la gloria bendita que se esconde en una botella de Fuentenarro.

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Las razones de este castigo, venido del cielo, se me escapan. Es probable que sean por haberme dedicado a escribir en vez de hacerme electricista trincón o portero de puticlub, pero para eso hay que tener mucha cara y, sobre todo, mucho cuerpo… y no es mi caso.

Antes de finalizar estas deslavazadas reflexiones me gustaría felicitar públicamente a Jesús Quero y a Carmen García Raya por su valiente postura ante el caos desatado en el PSOE.

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En otro orden de cosas, quiero agradecer a Antonio Chicharro que haya rescatado, para publicarlo en las 'Obras completas' de Pepe Ladrón Guevara, el poema que me dedicó cuando dejé la subdirección de IDEAL.

Lo que llevo escrito hasta aquí me ha costado media vida porque, como ya he dicho, el cuerpo me funciona con torpeza y eso lo hace cuando quiere, como quiere y hasta donde quiere. No es oportuno citar ahora a los clásicos que dijeron aquello de saber retirarse a tiempo, pero creo que voy a enrolarme en esa fila y me conformo con que el director de este periódico me deje de vez en cuando un modesto espacio para publicar alguna de esas ocurrencias que a veces se quedan agarrotadas entre el vacío y la nada.

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Que el verano nos sea leve.

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