Puerta Real

Fiesta menguante

Dentro de veinte días se cumplirán 50 años de aquella oprobiosa 'marcha verde' marroquí

Creo recordar que iban a ser cien las actividades proyectadas por el Gobierno en el 50 aniversario de la muerte del dictador, que se cumple ... dentro de un mes. Si plantean dos por día, podrán cumplir su promesa antes de Navidad, pero no se ve en el ambiente mucho entusiasmo. El 'caso Koldo-Ábalos', en cuyo sumario se mencionan acciones poco claras en Baza y Granada, le está robando el protagonismo. Y por lo que se puede leer en la prensa insumisa esto no es más que la punta del iceberg. Quizás algo de este asunto influyó en la rápida desaparición de Sánchez de los actos conmemorativos del Día de la Hispanidad. Tampoco el cielo encapotado ayudó a darle el brillo que se merece esta fiesta.

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Como sigo siendo un ingenuo pese a mis muchos años, un servidor esperaba que el ministro Albares anunciara ese día la liberación de los dos presos andaluces –uno de ellos granadino– que Teodoro Obiang tiene arrestados, de forma arbitraria según sus familiares, en las cárceles de Guinea Ecuatorial. Hubiera sido un rasgo de valentía y un contundente testimonio de los lazos de hispanidad que España mantiene con aquel país, que se independizó el 12 de octubre de 1968. Hago un inciso, quizás inoportuno, para contar que en estos días encapotados, año tras año, me viene a la cabeza la figura de Severo Moto, el político que durante muchos años ha mantenido su oposición a la arbitrariedad y los desmanes de Obiang. Severo y yo estudiamos periodismo en el mismo curso y en la misma escuela. Más de una tarde la pasamos varios amigos en la habitación de su colegio mayor, donde nos enseñó los primeros billetes de pesetas de Guinea, poco antes de la independencia de su país. Luego fui sabiendo que estuvo preso y que se libró de ser fusilado con nocturnidad porque falló el grupo electrógeno que llevaban los esbirros del dictador guineano. Más tarde hablé con él cuando vino a visitar a sus hijas que estudiaban en Guadix.

Volviendo a la desmadejada celebración de la fiesta de la Hispanidad, que tampoco fue excesivamente brillante en Granada, hubiera sido oportuno oír, en tan señalado día, una declaración institucional de todo el Gobierno felicitando a María Corina Machado por el premio Nobel de la Paz. Pero esto es como pedir peras al olmo, o como sembrar en un pedregal. Para el Ejecutivo y para algunos medios informativos fue más importante el anuncio de la vuelta de Amaya a la Oreja de Van Gogh que el Nobel de Corina. De seguir por estos derroteros la fiesta de la Hispanidad terminará por ser un día de asueto para acercarse a la playa, mientras ondean banderas de España en algunos balcones y la Legión desfila en Madrid ante el jefe del Estado.

Dentro de veinte días se cumplirán 50 años de aquella oprobiosa 'marcha verde' marroquí que ocupó lo que hasta entonces había sido la provincia española número 53. Es una excelente ocasión para que Sánchez explique las razones por las que años después renunció a que España dejara de ser la potencia administradora de aquel territorio. Pero no lo hará y seguiremos sin saber cuales fueron las razones que le llevaron a tan extraña decisión.

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Hay muchos más hechos históricos y peleas entre literatos que piden un comentario, pero no quiero seguir aburriéndolos. El pasado domingo escribí de esta menguante celebración y de cómo se aprovechan los pillos, con fiesta o sin ella, para hacer negocios turbios con Venezuela y la República Dominicana. La columna sólo se publicó en el periódico de papel. Supongo que por un descuido. El caso es que dejo coja esta segunda parte sobre la percepción que tengo de la fiesta, que languidece sin motivos aparentes. ¿O sí los hay?

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